El Prefecto (58 page)

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Authors: Alastair Reynolds

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: El Prefecto
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—¿Qué clase de dudas?

—A ninguno de nosotros le gustó lo que ocurrió con Ruskin-Sartorious, la mayoría lo consideramos como un hecho desafortunado, pero inevitable. Una víctima de la guerra, prefecto. Pero Chen no. Sintió que habíamos ido demasiado lejos; que novecientas sesenta vidas eran un precio demasiado alto por la seguridad. Creyó que había llegado el momento de salir a la luz.

—Tenía razón.

La punta del látigo cazador de Saavedra despedía un brillo de color rojo intenso.

—No, no la tenía. Ahora nada importa más que seguir ocultando la nueva ubicación del Relojero.

—Estoy totalmente de acuerdo. Aurora no debe averiguar el paradero del Relojero. Pero Panoplia necesita esa información más que nunca.

—En condiciones normales, estaría de acuerdo con usted. Pero Panoplia está en una situación comprometida. Alguien ha estado buscando información sobre Firebrand durante días. Seguramente el mismo que ayudó a organizar el ataque a Ruskin-Sartorious.

—Fue el prefecto sénior Gaffney. Ahora ya está fuera de juego. Yo mismo me ocupé de él, así que puede empezar a confiar en mí.

—¿De verdad? Ha hecho muy bien en seguirnos, prefecto. ¿Cómo sé que no quiere acabar lo que Gaffney empezó?

—Sí que quiero, en cierto modo. Tenía que encontrarlos. ¿Por qué ha tenido que matar a Chen, Paula?

—Ya se lo he dicho, se rajó en el último momento. Decidió que prefería quedarse aquí y enfrentarse a las consecuencias. No podía permitírselo, prefecto. Igual que no puedo permitirle que me retenga ahora.

—No le ocurrirá nada malo —dijo Dreyfus. Pero si antes lo había dicho de verdad, ahora no era más que una vana promesa. Nada podía excusar el asesinato de un colega.

—Aunque me suicidase, rastrearía mi cadáver para averiguar la ubicación del Relojero. Por lo tanto, debo irme. ¿Puede ver mi mano izquierda, prefecto?

Dreyfus asintió.

—Supongo que la tiene ahí puesta por alguna razón.

—Cuando embarqué en esta nave, traje cuatro látigos cazadores conmigo. Están puestos en modo granada, rendimiento máximo. No los busque, están muy bien escondidos.

—Los látigos cazadores no estallarán dentro de Panoplia. Hay una protección posicional.

—Que he anulado sin dificultad. —Sacudió la cabeza con decepción—. Soy miembro de Firebrand, prefecto. ¿Puede imaginar los extremos a los que he tenido que llegar para mantener nuestra eficacia y clandestinidad durante los últimos nueve años? Me conozco todos los trucos.

—No lo haga, Paula. Necesitamos este muelle de una pieza.

—No lo haré a menos que me impida marcharme. Pero si lo intenta, no lo dudaré. La explosión no dañará de forma significativa a Panoplia. Es cierto que dejará este muelle inactivo, pero desde luego no dejará lo suficiente de mí como para que pueda rastrearme.

—Necesito saber dónde está el Relojero —insistió Dreyfus.

—No puedo arriesgarme a decírselo. En lo que a mí respecta, Panoplia ya está comprometida. Firebrand es la única parte de la organización capaz de ocuparse de las cosas de ahora en adelante.

—Si pensaba que no podía confiar en mí, ¿por qué me ha dicho que el Reloj ero sigue vivo?

—No le he dicho nada que Aurora no sepa ya. Ahora salgan del cúter, prefectos.

—La seguiremos, vaya donde vaya. Solo está prolongando lo inevitable.

—No hay ninguna nave en Panoplia que pueda ser preparada y lanzada a tiempo para seguirme. —Dejó pasar un destello de autosatisfacción—. Lo sé porque lo he comprobado. Y no podrán rastrearme. Este cúter es invisible para el CCR. Quizá si no hubiera una crisis en el Anillo Brillante que exigiese todos nuestros recursos, podrían tener una oportunidad. Pero no la tienen, así que no se molesten. Me voy a borrar del mapa. No volverán a saber de mí.

—Pues usted sí que volverá a saber de mí —dijo Dreyfus.

—Salgan de esta nave. Luego asegúrense de que las puertas estén abiertas. Tienen dos minutos.

—Denos el cuerpo de Chen.

—¿Para que puedan hacer un rastreo post mortem y averiguar lo que sabía del Relojero? Buen intento.

No
, pensó Dreyfus,
por esa razón, no
. Nunca había pensado que pudiese extraer nada útil de los muertos. Pero estaba seguro de que el equipo de Demikhov agradecería la posibilidad de practicar la estabilización de una cabeza cortada antes de tener que hacerlo de verdad.

—Como usted quiera, Paula. —Dreyfus miró a Sparver—. Nos vamos. Puede que se esté echando un farol con los de esos látigos cazadores, pero no podemos arriesgarnos.

—Jefe —dijo Sparver en voz baja—, ya la he marcado. Puedo ponerle mi propio látigo cazador en menos de un segundo.

—Inténtelo —dijo Saavedra—, si siente que es su día de suerte. Por cierto, ahora les quedan noventa segundos.

—Está cometiendo un terrible error, Paula —dijo Dreyfus.

—Y usted. Salga de la nave.

Dreyfus le hizo un gesto con la cabeza a Sparver y los dos hombres se retiraron al conector de atraque. La esclusa de aire se cerró y aisló la nave. Dreyfus levantó su brazalete y llamó a Thyssen, el oficial a cargo de las operaciones del muelle.

—Soy Dreyfus. Abra las puertas. Déjela salir.

—Prefecto, no podemos perder ese cúter —dijo Thyssen.

—Perderemos el muelle si no perdemos el cúter. Abra las puertas.

No se lo tuvo que decir dos veces. Un instante después las enormes mandíbulas de las puertas blindadas comenzaron a abrirse, y los dientes entrelazados se separaron para revelar un mar de falsas estrellas y la curva de la cara oscura de Yellowstone, coronada por una línea de índigo. La lanzadera empujó los pistones y lanzó el cúter de Saavedra al espacio abierto. El cúter se alejó a máxima velocidad.

—¿Podemos sacar otra nave? —preguntó Dreyfus.

—No lo bastante rápido como para interceptarla —dijo Thyssen—. La rastrearemos lo mejor que podamos, pero no le prometo nada.

A través de la ventana del conector del muelle, Dreyfus vio cómo la nave de Saavedra se adentraba en el mar de estrellas, y la siguió con la mirada hasta que no pudo distinguirla de las luces de los hábitats distantes.

—Esto es grave, muy grave —dijo el rostro flotante de Jane Aumonier a Dreyfus y a los séniores reunidos, mientras el Planetario mostraba seis luces rojas entre un mar de titilantes luces verde esmeralda—. Los escarabajos entraron y ocuparon Carrusel Nueva Brasilia hace nueve horas y treinta minutos. Detectamos actividad en las fábricas hace dos horas. Hace dieciocho minutos, las puertas se abrieron y comenzaron a emerger nuevos escarabajos. La densidad del escuadrón y el movimiento del flujo son coherentes con lo que ya hemos visto en Aubusson y Szlumper Oneill. —Hizo una pausa para que lo asimilaran antes de terminar su desolador resumen—. Perdimos Flamarión poco después de Brasilia. Allí las fábricas también están activas. Basándonos en lo que hemos observado en los otros hábitats, podemos esperar que la producción de escarabajos comience dentro de diez a quince minutos. No hemos logrado contener el flujo de Aubusson y Szlumper Oneill, pero sí reducir el número de escarabajos, lo que habrá tenido algún efecto mesurable en la velocidad de propagación de Aurora. Ahora no tenemos elección, excepto la intervención nuclear en los lugares de producción. Por supuesto, eso no detendrá a los escarabajos que ya han salido.

—¿A qué hábitats se dirigen ahora los nuevos escarabajos? —preguntó Clearmountain.

—Si hay algo positivo en todo esto —dijo Aumonier—, es que la simulación de Lillian parece predecir con exactitud las intenciones de Aurora. Eso puede cambiar en el futuro si Aurora se da cuenta de que hemos adivinado sus movimientos, pero por el momento nos permite concentrar nuestros esfuerzos de evacuación allí donde son más necesarios. El flujo de escarabajos de Brasilia se dirige al Eje Toriyuma-Murchison, uno de los diez hábitats a los que ya hemos dado prioridad.

—¿Qué tal nos va con el asunto de la evacuación? —preguntó Dreyfus frotándose los ojos.

—Si me lo permites… —comenzó Baudry, que agarraba un compad como si fuese la única cosa en el universo de la que podía fiarse—. El Eje Toriyuma-Murchison contiene… contenía… quinientos once mil ciudadanos. Según el personal del muelle de atraque, hemos procesado cuatrocientos sesenta mil, lo que nos deja un excedente de…

—Cincuenta y un mil —dijo Dreyfus antes de que Baudry pudiera terminar—, ¿Cuánto tiempo tardaremos en sacarlos?

—Los agentes de policía locales informan de un nivel de incumplimiento del uno por ciento. Me temo que tendremos que abandonarlos. No tenemos tiempo para discutir con la gente si no quieren que los salven. En cuanto a los que siguen esperando transporte, nuestros cálculos actuales predicen una evacuación completa dentro de cuatro horas, veinte minutos, suponiendo que podamos meter y sacar los cruceros sin incidentes.

—¿Hay un crucero atracado ahora? —preguntó Dreyfus.

—No es un vehículo de gran capacidad. La mayor nave que tenemos en la estación es el crucero de capacidad media
Alta Caterina
. Puede transportar a seis mil personas, pero tarda mucho en cargar. La nave más grande que hemos estado usando, el
Bellatrix
, puede transportar diez mil, pero también la estamos usando para sacar a las personas del Estado Vegetativo Persistente.

—¿Por qué estamos arriesgando las vidas de ciudadanos vivos para salvar a un montón de casos comatosos autoinducidos? —preguntó Clearmountain.

—Porque también son ciudadanos —respondió Aumonier con brusquedad—. Aquí nadie recibe un trato preferente. No mientras yo esté al mando.

—En cualquier caso, es un punto irrelevante —dijo Baudry para beneficio de Clearmountain—. Aunque reasignásemos el
Bellatrix
para que solo se ocupara de los evacuados del Eje Toriyuma-Murchison, seguiríamos sin poder sacarlos a todos a tiempo.

—Correcto —dijo Aumonier—. Se anticipa que el contacto con los escarabajos sucederá dentro de… cincuenta y cinco minutos, once segundos. Ya que los agentes de policía locales están ayudando en la evacuación en los muelles de atraque, los escarabajos tendrán fácil acceso al núcleo de voto. Si los acontecimientos se desarrollan tal como ya hemos visto, la fábrica Toriyuma-Murchison comenzará a producir escarabajos en menos de diez horas.

—Entonces los evacuados aún tienen todo ese tiempo —dijo Dreyfus—. Podemos sacarlos de allí.

—Lo siento —dijo Aumonier, y su imagen lo miró como si no hubiera nadie más en la sala—, pero nos estamos enfrentando a algo similar a una plaga. Por lo que sabemos, Aurora puede hacerse con el control de los hábitats al llegar a sus núcleos de voto. Lo que no sabemos es qué otras capacidades esconde en la manga para cuando le demos la oportunidad de ponerlas a prueba. No puedo arriesgarme a dejar que salte de hábitat en hábitat por otros medios. Y eso incluye los vehículos de evacuación.

—Pero Jane…

—Seguiremos salvándolos hasta el último momento —dijo—. Pero en el instante en el que los escarabajos pongan el pie en Toriyuma-Murchison, retiraré los cruceros. —Para que les quedara claro a todos los presentes, añadió—: Aunque queden personas en los muelles de atraque.

—¿Y luego qué? —preguntó Dreyfus, aunque ya sabía lo que Aumonier iba a decir.

—Bombardeamos. Eliminamos uno de los trampolines de Aurora.

—Aún quedarán decenas de miles de personas dentro del Eje.

—Unas treinta y cinco mil, si el
Bellatrix
puede entrar y salir una vez más. Pero no tenemos elección, Tom. Nuestro primer objetivo será la fábrica, por supuesto, pero tendremos que golpear tan fuerte para destruirla completamente que puede que también ataquemos el resto del hábitat. Tendremos naves esperando por si acaso, pero no creo que haya supervivientes.

—Tiene que haber otra salida.

—La hay. Podríamos bombardear los seis hábitats que Aurora ya posee, y los dos que está a punto de invadir. Eso la detendría. Pero entonces estaríamos hablando de matar a varios millones de personas, no solo a decenas de miles.

—Eliminar ese hábitat no la detendrá necesariamente.

—Le causará molestias. Por ahora me conformo con eso.

—Esto es demasiado para Panoplia —dijo Dreyfus desesperado—. Necesitamos ayuda. Cualquiera que tenga una nave y pueda ayudar.

—He emitido peticiones de ayuda a través de los canales habituales. Puede que llegue algo, pero no cuento con ello. —Vaciló, su atención seguía puesta en él. Dreyfus tuvo la sensación de que estaba participando en una conversación privada, y que todos los presentes estaban excluidos—. Tom, hay otra cosa.

—¿Qué? —preguntó.

—Voy a tener que desactivar los servicios de voto y de abstracción en todo el Anillo. Hay demasiado peligro de que Aurora use la red para conseguir sus objetivos.

—Se extiende a través de los escarabajos.

—Los escarabajos son sus principales agentes, pero no estamos seguros de que no esté usando otros canales que la ayuden. Ya he recibido un mandato para usar todos los poderes de emergencia a nuestra disposición. Eso significa autorización para cometer eutanasia masiva si así salvamos otras vidas. También significa que puedo desactivar las redes.

—Necesitaremos esas redes para coordinar nuestros esfuerzos.

—Y mantendremos vínculos de datos esquemáticos para ello. Pero todo lo demás tiene que desaparecer. Es la única forma de estar seguros.

Dreyfus examinó sus pensamientos. Se sorprendió al darse cuenta de que estaba menos conmocionado por el uso de las armas nucleares que por la idea de apagar todo el Anillo Brillante. Pero la realidad era que para la mayoría de los diez mil hábitats, la vida continuaba más o menos como antes. Algunos de los ciudadanos se habrían enterado de la crisis, pero muchos estarían completamente aislados de ella, inmersos en los capullos herméticos de sus universos privados de fantasía. Eso no cambiaría necesariamente cuando Panoplia comenzara a bombardear. Pero todos, excepto los ciudadanos del Estado Bezile Solipsista, o del Estado Vegetativo Persistente, o de las tiranías voluntarias, se darían cuenta de la retirada de los servicios de datos en todo el Anillo Brillante. La realidad estaba a punto de darles una fuerte bofetada en la cara, les gustase o no.

Las luces estaban a punto de apagarse en el Anillo Brillante. No había alternativa: tenían que hacerlo.

—Haz una cosa por mí antes de apagar —dijo Dreyfus—. Diles que Panoplia no los abandona. Diles que estaremos fuera, luchando, y que no les fallaremos. Diles que no lo olviden.

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