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Authors: Malcolm Beith

Tags: #Politica,

El Ultimo Narco: Chapo (5 page)

BOOK: El Ultimo Narco: Chapo
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Incluso parecía estar ganando terreno. En 1996, el agente más importante de la DEA, Thomas Constantine, le dijo al Congreso de Estados Unidos que Miguel Caro Quintero, ubicado en el norte, en el estado de Sonora, estaba a cargo del narcotráfico sinaloense. Pero para 1997 Constantine había cambado de opinión y le recordaba al gobierno la existencia del Chapo.

«Actualmente está encarcelado en México; sin embargo, las autoridades de México y Estados Unidos aún lo consideran un narcotraficante internacional muy importante», le dijo Constantine al Congreso. «La organización [sinaloense] no ha sido desmantelada o seriamente afectada por el encarcelamiento de Guzmán Loera… los elementos y colaboradores cercanos de Guzmán Loera están activos en México, a lo largo del suroeste de la frontera [de Estados Unidos], en el oeste y centro-oeste de Estados Unidos, y en Centroamérica».

El siguiente año, Constantine advirtió nuevamente acerca del poder del Chapo. «Guzmán Loera aún es considerado un gran riesgo, tanto en Estados Unidos como en México», declaró.

Hasta el día de hoy no está claro por qué El Chapo decidió quedarse tanto tiempo en Puente Grande, dado que probablemente podía haber escapado antes sin mucho problema.

En 1995 pasó por un intenso proceso de exámenes y terapia psicológicos. Aunque se le había diagnosticado trastorno de personalidad antisocial, aparentemente respondió a la terapia. Durante sesenta y tres sesiones con un terapeuta en su celda, se había abierto con respecto a su familia, y expresaba interés en cambiar su conducta si fuera necesario.

Tanto su habilidad para manejar la frustración como el control de su paciencia mejoraron en el curso de su terapia; El Chapo también aprendió a controlar sus impulsos, indicaba la evaluación psicológica. Su capacidad de introspección se estaba incrementando; su capacidad de juicio estaba mejorando. Aprendía de las experiencias. El Chapo también tenía un plan para el futuro, dijo el terapeuta: trabajaría en la agricultura, legalmente.

De acuerdo con Zulema Hernández, El Chapo sabía los riesgos que implicaba dejar Puente Grande. Durante sus reuniones nocturnas él hablaba del destino que le aguardaba afuera.

Tenía enemigos por todo el país. Los hermanos Arellano Félix en Tijuana todavía lo querían muerto, y las relaciones entre el cártel de Sinaloa del Chapo y sus rivales del Golfo de México eran siempre una fuente de tensión. «Él sabía que si escapaba, si quedaba expuesto… podrían matarlo», recordó Hernández. «Él sabe que en su negocio, uno [podría] pierde a toda su familia. Y sabía lo que tendría que enfrentar. No es tan fácil decir `Me voy… y eso es todo'. Porque es andar huyendo por el resto de la vida, es esconderse toda la vida, es estar alerta toda la vida».

Más allá de sus hermanos y familiares cercanos, ni siquiera estaba claro si El Chapo realmente podía confiar en su propia gente en Sinaloa, incluso en los hermanos Beltrán Leyva, Juan José Esparragosa Moreno, alias «El Azul», e Ismael «El Mayo» Zambada. El grupo de Sinaloa nunca había sido una hermandad unida, sino que operaba con un estilo de organización relajada, lo cual más tarde les granjearía a ellos y sus aliados el nombre de «La Federación». Pero los hermanos Beltrán Leyva le estaban enviando dinero a Puente Grande, ayudándole a mantener su estilo de vida mediante la corrupción, y por medio de mensajes retransmitidos al Chapo en la prisión, los capos sinaloenses finalmente expresaron su deseo de que se uniera de nuevo a sus filas.

Él tenía que confiar.

También había indicadores de que El Chapo no tenía control total dentro de Puente Grande, como algunos han alegado. En sus cartas a Zulema, en ocasiones el narcotraficante reconocía que las cosas no estaban completamente bajo su control. A veces escribía que arreglar encuentros con ella y otros asuntos, «era sólo cuestión de dinero», mientras que en otras ocasiones él no podía ver a su amor porque «debemos ser prudentes».

Es muy probable que El Chapo estuviera simplemente engañando a Hernández mientras coqueteaba con otras mujeres. Era un hombre que sabía conseguir lo que quería, aun siendo de procedencia sencilla. También era extremadamente platicador para ser un hombre que se creía era emocionalmente muy desapegado; algunas de sus palabras (transcritas por un reo) sonaban como si fueran de un estafador, no de un amante: «Te envío un beso de miel y un abrazo que te haga vibrar de emoción», escribió en octubre del 2000.

La teoría más interesante con respecto a la fuga del Chapo era que tenía tanta información sucia acerca de los nexos del gobierno federal con su organización y sus enemigos, que hubo que soltarlo. Algunos dicen que El Chapo iba a dejar en evidencia al nuevo gobierno del presidente Vicente Fox, mismo que en el año 2000 se había convertido en el primer gobierno de México electo demo cráticamente. Otra teoría era que El Chapo sabía que un cambio en el gobierno mejoraría su situación, puesto que los hermanos Arellano Félix habían estado presuntamente muy ligados a el Partido Revolucionario Institucional (PRI).

En una de sus cartas a Hernández, El Chapo dio a entender que estaba esperando hasta que Fox tomara el poder para resolver algunos asuntos: «Ellos podrán arreglar muchas cosas en asuntos que no son tan sencillos como los tuyos…».

Samuel González Ruiz, exprocurador federal contra el crimen organizado, cree que fue su cerebro lo que sacó al Chapo de prisión, asegurando que el plan para escapar fue urdido a lo largo de aproximadamente cuatro años. El Chapo mandó a uno de sus cuñados a negociar un acuerdo, tanto con el gobierno mexicano como con la DEA. «¿Qué te puedo dar?», preguntó el cuñado. ¿Qué te puedo dar? «Había negociaciones serias, con presión de verdad», dijo González Ruiz.

Al final El Chapo ofreció entregarles a los hermanos Arellano Félix. «Los norteamericanos cayeron en la trampa», dijo el ex fiscal, ahora consultor y académico en la principal universidad de izquierda, la UNAM, con frecuencia crítica acérrima del gobierno federal. «El Chapo se ganó a la embajada [de Estados Unidos]. Es listo».

Las autoridades norteamericanas desecharon sus declaraciones como falsas.

Cualquiera que haya sido la razón, en los albores del nuevo milenio El Chapo estaba listo para irse, y sus aliados en el cártel de Sinaloa aparentemente querían traerlo de vuelta a la organización. Le ayudarían a escapar.

Casi un año antes de su fuga, El Chapo echó a andar un plan. La idea original era simular un motín o revuelta, y escapar en medio del caos. En el pasado se habían llevado a cabo fugas así de descaradas —no en Puente Grande, pero sí en otras penitenciarías mexicanas— y El Chapo sabía que podía funcionar. Pero siempre existía el riesgo de una acción represiva inmediata por parte de la Policía Federal o del Ejército, tan pronto estallara el motín.

El bajo mundo mexicano se enteró rápidamente de estos rumores; al menos un reo telefoneó anónimamente a las autoridades de Puente Grande para dar aviso. Se hablaba de que El Chapo planeaba escapar; tal vez incluso ya lo había hecho y el gobierno simplemente lo estaba encubriendo. También se especulaba que los jueces federales habían recibido dinero a cambio de dejar libre al Chapo.

En 1995, dos años después de su arresto, El Chapo había sido condenado por tres crímenes: posesión de armas, crímenes contra la salud —o tráfico de drogas— y participación en el asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo el 24 de mayo de 1993. El juicio se había llevado a cabo como la mayoría de los juicios mexicanos serios: a puertas cerradas, con un juez, pero sin jurado. El Chapo había sido juzgado y sentenciado en un tribunal dentro de la prisión federal, en las afueras de Almoloya de Juárez, Estado de México.

Cuando El Chapo ya había pasado varios años en prisión, otro juez falló que no era culpable del cargo de asesinato. Estaba claro que El Chapo lo había sobornado, clamaron los cínicos; pronto compraría su salida de la prisión por completo, vaticinaron.

El 12 de octubre de 2000, la PGR habló:

[Los rumores con respecto a] que el señor Joaquín Guzmán Loera pudiera quedar pronto en libertad, son absolutamente falsos e inexactos. El señor Joaquín Guzmán Loera… está confinado en la prisión federal de máxima seguridad de Puente Grande, Jalisco, en donde se encuentra cumpliendo [una condena de] 20 años y nueve meses.

Indicó la instititución judicial en una declaración.

Cuán equivocada estaba la PGR. Para entonces, El Chapo ya había echado a andar el Plan B. Aunque, efectivamente, la prisión estaba en su nómina, El Chapo había desarrollado una amistad especial con el custodio conocido como El Chito. El Chito y él se habían vuelto cercanos; a veces el custodio trabajaba de intermediario, entregando a Eréndira flores y regalos del Chapo.

Sólo unos meses después, el momento se presentó. Supuestamente la fuga le costaría 2.5 millones de dólares; habría que sobornar a docenas de custodios. La policía en jalisco sería sobornada para que El Chapo tuviera al menos 24 horas para salir del estado y ganar suficiente ventaja ante la inevitable persecución militar.

La historia oficial, la que le contarían a los custodios de Puente Grande sobornados, sería que El Chapo estaba contrabandeando oro fuera de la prisión. El oro, ostensiblemente extraído de rocas en el taller de la prisión, era contrabando, pero no era algo tan grave como para que los custodios fueran castigados severamente por hacerse de la vista gorda ante su salida. Sólo El Chito sabría que lo que iba en el carrito de lavandería no era oro.

Era uno de los trucos más antiguos (y mejores) del manual: reconocer una actividad ilegal pero mantener en secreto tus intenciones reales. Precisamente como los espías que antaño cruzaban las fronteras actuando como contrabandistas —y los narcotraficantes se habían dirigido a Estados Unidos simulando llevar otra mercancía ilegal, menos nociva—, El Chapo escaparía bajo la cortina de humo del oro ilegal. Era prácticamente a prueba de tontos.

Sólo Tello Peón estaba en el paso. El 15 de enero del 2001, el subsecretario de Seguridad Pública recibió una llamada telefónica de la Comisión Nacional de Derechos Huma nos. Las condiciones en Puente Grande se deterioraban día con día, le dijeron. Había que hacer algo con respecto a la corrupción en las instalaciones. Tello Peón se dio cuenta de que El Chapo era, al menos parcialmente, responsable de ello. El narcotraficante debía ser trasladado inmediatamente a otro bloque de celdas, en donde sus movimientos e interacción con otros reos estuvieran mucho más restringidos. Ese sería un primer paso adecuado; quizá más adelante pudiera ser transferido a otras instalaciones.

Nunca sucedería.

La fuga del Chapo

Se fugo El Chapo Guzmán

Dóriga dio la noticia

fue una noticia muy fuerte

para el gobierno ese día

ellos no se imaginaban

que El Chapo se fugaría

Lo tenian procesado

en el penal Puente Grande

eran grandes los problemas

que El Chapo tenía pendientes

a fuerza estaba pagando hasta

que se enfadó el jefe

Que bonitas son las fugas

cuando no existe violencia

mi compa les ganó limpio

grábenselo en la cabeza

si antes hubiera querido

él se les pela a fuerza

Muchos millones de verdes

los que ahí se repartieron

el director del penal

y 32 compañeros

se voltearon los papeles

y ellos están prisioneros

Dónde esta El Chapo Guzmán

búsquenlo por todas partes

si tardaron pa' sacarlo

van a tardar pa' encerrarlo

tal vez muera mucha gente

si un día llegan a encontrarlo

Adiós penal Puente Grande

para mí no fuiste cárcel

yo me sentía como en casa

pero no pude acostumbrarme

adiós compa Güero Palma

afuera voy a esperarte

La Fuga del Chapo
, narco-corrido de El As de la Sierra

Capítulo 2
E
L
I
NTERCAMBIO
D
E
L
AS
C
ULPAS

M
IENTRAS MÁS DE 500 AGENTES
de la PGR y miembros de la Policía Federal y el Ejército buscaban por todo México para encontrar al Chapo, el intercambio de culpas alcanzó su máxima expresión. Funcionarios de derechos humanos estatales señalaron a la Comisión Nacional de Derechos Humanos (conocida como la CNDH), diciendo que ellos habían ignorado reclamaciones de corrupción en Puente Grande. La PGR criticó a la Secretaría de Seguridad Pública (ssp), encargada del sistema penitenciario de la nación, entre otras cosas.

Tello Peón se preguntaba por qué le había tomado tanto tiempo a la prisión notificarle de la fuga, pero no recibió respuesta. Los reportes de prensa eran contradictorios; el confiable periódico Reforma, por ejemplo, reportó que el Ejército y la Policía Federal se enteraron de la fuga a las 10:00 pm, horas antes de que se informara a Tello Peón, lo que desembocó en más comentarios acerca de una complicidad en gran escala. El Reforma incluso mencionó que al Chapo se le había permitido desaparecer por mandato federal, pues poseía mucha información que implicaba a funcionarios de alto rango.

Algunos guardias atestiguaron que la fuga había ocurrido más temprano, en la tarde; otros aseguraron que El Chapo se había evadido varios días antes de la visita de Tello Peón. Subsisten las lagunas en la historia, incluso después de las subsecuentes investigaciones. La confusión era la única certeza.

Se hicieron búsquedas y arrestos, no sin problemas. Los custodios que habían sido detenidos presentaron quejas alegando que habían sido maltratados y privados de sus derechos. Mauricio Limón Aguirre, el gobernador de jalisco, estaba furioso por que Tello Peón no hubiera incluido tropas estatales en la cacería de su convicto evadido más notorio. (El Ejército y la Policía Federal se habían hecho cargo de la persecución, en gran medida porque les preocupaba que la Policía Estatal ya hubiera sido comprada por El Chapo).

En la conferencia de prensa del 22 de enero Limón condenó al jefe de la Policía Federal:

Yo creo que hay una serie de contradicciones entre lo que están diciendo las autoridades federales y lo que están haciendo —declaró—. El señor Tello Peón ha difundido un número telefónico para que el público llame (para dar pistas acerca del paradero del Chapo). Sin embargo, él no pidió el apoyo del gobierno estatal ni formal ni informalmente.

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