Read El Ultimo Narco: Chapo Online

Authors: Malcolm Beith

Tags: #Politica,

El Ultimo Narco: Chapo (10 page)

BOOK: El Ultimo Narco: Chapo
5.01Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

El 8 de abril de 1989, El Padrino llegó a la casa de un amigo en Guadalajara, poco antes de una cita para almorzar con un funcionario de alto rango de la policía llamado Guillermo «Memo» Calderoni, un contacto suyo.

El Padrino entró en la casa. Cinco agentes federales irrumpieron detrás de él. Arrojaron al Padrino al suelo. Él los conocía a todos de tiempo atrás. Entonces llegó Calderoni.

«¿Qué está pasando?», preguntó El Padrino.

«Yo no te conozco», respondió el policía.

Ahora, a sus sesenta y tantos años, languideciendo en una celda en una prisión de máxima seguridad a las afueras de la ciudad de México y padeciendo una deteriorada salud, El padrino sigue culpando a Calderoni, quien más adelante fue vinculado con García Ábrego en la costa del Golfo por haberse vuelto contra él.

Poco después de su captura, surgieron rumores de que los propios protegidos del Padrino lo habían traicionado. A principios de los noventa El Chapo y el Güero incluso ordenaron el asesinato de los lugartenientes y abogados leales al Padrino, con lo cual se extendió la creencia de que El Chapo se había vuelto contra su mentor. Pero El Padrino nunca se ha referido a tal especulación, y en cambio ha decidido culpar a Calderoni, el policía, de la traición.

La nueva guardia

Así que los hermanos Arellano Félix heredaron Tijuana, una ciudad fundada a fines del siglo xix. Por décadas luego de su fundación, Tijuana consistió en unos cuantos ranchos dispersos desde el interior hasta la costa. Unos cuantos centenares de campesinos llamaban hogar a Tijuana. Luego vino la era de la Prohibición. Entres 1920 y 1933 la prohibición del alcohol en Estados Unidos transformaría Tijuana en un antro de mala reputación. Se abrieron bares y las operaciones de contrabando florecieron. El gobierno del PRI se hizo de la vista gorda mientras todo el mundo, desde soldados norteamericanos hasta estrellas de Hollywood y miembros de la mafia venían al sur para pasar un buen rato en los burdeles, bares, casinos y pistas de carreras.

Tijuana también se convirtió en un punto de encuentro central para migrantes que aspiraban a una vida en Esta dos Unidos. Conocida como la esquina de Latinoamérica (por su ubicación en el extremo noroeste de México, exactamente al lado de Estados Unidos), la ciudad atrajo migrantes desde tan al sur como Argentina. Aquellos que lograban cruzar la frontera iniciaron una nueva vida en California; los que no, comenzaron de nuevo en Tijuana.

Incluso antes de que llegaran las drogas, Tijuana era un punto neurálgico de contrabando. Alcohol y otros artículos baratos se embarcaban hacia el norte, y los migrantes eran conducidos a pie al otro lado de la frontera, a través del desierto, o llevados en camiones por docenas a través de las garitas de Tijuana. El río Tijuana ofrecía otra posible ruta hacia Estados Unidos. Para la década de los ochenta la explotación infantil se había vuelto rampante y se había agregado a la lista de las plagas de la ciudad. El buen gobierno y el mantenimiento del orden siempre han sido una fantasía.

Ahora Tijuana tiene una población de cerca de un millón 200 mil habitantes; en los alrededores, los suburbios y asentamientos se extienden casi hasta Mexicali, a unos 215 kilómetros de distancia. Esta fue la ciudad de la que se apropiaron los hermanos Arellano Félix a principios de los noventa. Se cree que muchas de las figuras públicas y políticos de la ciudad de ese tiempo ya estaban involucradas en los aspectos sórdidos de la ciudad —apuestas y lavado de dinero —, y a los pocos meses de haber llegado, los hermanos Arellano Félix ya eran parte del círculo social. Asistían a todas las fiestas adecuadas y conocían a toda la gente indicada.

Se hicieron muy cercanos a Jorge Hank Rohn.

Ninguna historia sobre Tijuana está completa sin Jorge Hank Rohn; ninguna historia acerca de la corrupción mexicana o política está completa sin su padre, Carlos Hank González, un ex poderoso del Partido Revolucionario Ins titucional que supuestamente se valió de su posición política para enriquecerse y desarrollar fuertes nexos con el tráfico de drogas. El propio Hank González lo dijo así: «Un político pobre es un pobre político».

Un veterano de las fuerzas mexicanas del orden público se refirió una vez a Hank González como «el primer intermediario entre las iniciativas multinacionales del tráfico de drogas y el sistema político mexicano».

Pronto quedó claro que Hank Rohn, su segundo hijo, no era ni el político ni el empresario que su padre había sido. Hank Rohn se había mudado a Tijuana en los ochenta, cuando tenía 29 años. Rápidamente se volvió una figura destacada en la ciudad y se hizo cargo de Agua Caliente, una pista de carreras con un orgulloso pasado. La mala administración de Hank Rohn condujo a su desaparición: en el plazo de cinco años, el circuito decayó y los caballos se retiraron a sus caballerizas. Pero él seguía siendo multimillonario por herencia, y sus actividades en Tijuana siguieron llenando las páginas de chismes.

Aunque nunca se comprobó que Hank Rohn estuviera conectado con el tráfico de drogas en Tijuana, nunca tuvo empacho en mostrar que vivía como narco. Ofrecía fiestas fastuosas y escandalosas en su rancho en las afueras de la ciudad; a veces los hermanos Arellano Félix estaban presentes. Él usaba el cabello largo y lucía botas vaqueras hechas de pieles de especies exóticas.

Al hombre que más tarde se convertiría en el alcalde de Tijuana siempre le gustaron sus animales. De niño jugaba con caballos de exhibición y perros con pedigrí en el racho de su padre en las afueras de la ciudad de México. Tenía dos lobas por mascotas. Se ha sabido que tenía boas pitón en su casa, y llevó tigres a su oficina para alegrar el ambiente. En el centro de la pista de carreras de Agua Caliente, que ahora es sólo un polvoriento galgódromo, se encuentra lo que bien podría ser el logro más grande de Hank: un zoológico privado, lleno de aproximadamente 200 mil animales de todas formas y tamaños: cebras, leones, jirafas, lobos, emús, búhos, osos. Enjaulados a lo largo del flanco Este de la pista se encuentran los que son el orgullo y alegría de Hank: sus tigres blancos. Sólo existen unos 200 de estos en todo el mundo, y Hank posee 14 de ellos para él solo.

Padre de 18 hijos de tres esposas y una novia, alguna vez Hank Rohn le dijo a un reportero que las mujeres eran sus animales favoritos.

Las supuestas conexiones de Hank Rohn con los hermanos Arellano Félix atraerían mucha más atención que sus animales o sus vergonzosas declaraciones. Un reporte trascendido del Centro Nacional de Inteligencia contra las Drogas de Estados Unidos, el documento llamado «The White Tiger» (El tigre blanco), lo acusó a él, a su padre y a su hermano Carlos de estar involucrados en el comercio mexicano de drogas. Específicamente, señaló que se había «reportado que era un socio cercano» de los hermanos Arellano Félix. «La familia Hank representa una significativa amenaza para Estados Unidos» a causa de sus actividades de lavado de dinero y distribución de cocaína, indicaba el reporte. Y él «es más abiertamente criminal que su padre o su hermano… [A él] se le conoce como despiadado, peligroso y dado a la violencia».

Los hermanos Arellano Félix se labraron una reputación similar. Demostraron que constituían el más poderoso de los nuevos cárteles; ciertamente, era el más violento. Tijuana registró más de 300 asesinatos al año desde 1994 hasta 1999, cuando alcanzó los 637. La mayoría de estos homicidios fueron atribuidos a los hermanos de Sinaloa.

El asesinato era a veces parte del negocio; en otras ocasiones, los hermanos Arellano Félix querían la euforia del poder. Podían estar bebiendo en un bar o comiendo en un restaurante, por ejemplo, y de pronto Ramón Arellano Félix tenía «el deseo de matar», recuerda el ex agente especial de la DEA Errol Chávez, quien tenía su base en San Diego en aquel tiempo. «Así que simplemente manejaban por el camino y mataban a alguien».

Los hermanos instauraron un ambiente de temor e incertidumbre en la norteña ciudad fronteriza. Sus hombres se ponían uniformes de la policía y recorrían las calles de Tijuana, secuestrando a cualquiera a quien le hubieran perdido la confianza o que representara una amenaza. Las pandillas que empleaban los hermanos se aseguraban de que las calles permanecieran leales. Estas pandillas incluso llegaron hasta San Diego. Si alguien debía dinero de un cargamento de drogas en Estados Unidos, ellos lo perseguían; algunos infractores eran secuestrados y se pedía rescate por ellos; otros eran disueltos en tinas de ácido.

La policía y los investigadores no hicieron nada. El clima en Tijuana —sin mencionar las conexiones políticas de los hermanos Arellano Félix— propiciaba tal impunidad.

En 1994 un ambicioso político joven y candidato presidencial, Luis Donaldo Colosio, ofreció combatir la corrupción y sacudir al sistema. Incluso prometió combatir el tráfico de drogas. Mientras hacía campaña en Tijuana, recibió un tiro en la cabeza. Algunos han acusado a los hermanos Arellano Félix del asesinato de Colosio; nunca se ha presentado evidencia ante una corte.

Sin investigaciones a fondo, era virtualmente imposible reunir evidencia de actividades ilícitas en Tijuana. Para empezar, Hank Rohn sostiene que él y otros siempre han sido objeto de campañas de desprestigio, nada más.

«Yo siempre [he dicho]: `no hagas caso de los chismes, sólo encuentra la prueba, y entonces regresas'», dijo durante una entrevista en sus oficinas de Tijuana, justo después de haber asumido el cargo de alcalde. En efecto, poco después de que trascendió el reporte, la entonces procuradora de Justicia le replicó, diciendo que sus demandas nunca habían sido aceptadas.

Aun así, en una ciudad como Tijuana, las acusaciones oscuras suelen pesar más que sus desmentidos o, incluso en las raras ocasiones en que se presentan, las pruebas de inocencia. Un alegato en particular sigue persiguiendo a Hank Rohn. Héctor Félix Miranda, periodista de un respetado semanario de Tijuana, había tenido una larga relación con él; los dos coincidían en fiestas, el reportero cubriría los últimos sucesos de manera velada, sin entrar en muchos detalles acerca de la vida privada y social de Hank Rohn. Con frecuencia también escribía sobre los hermanos Arellano Félix, quienes asistían a algunos de los mismos eventos.

Pero en una ocasión Hank Rohn sintió que Félix había traicionado su confianza. El reportero había publicado material acerca de Hank Rohn que debía ser confidencial. No se trataba de nada incriminatorio, pero Hank Rohn sintió que era información personal que nada tenía que hacer en la columna de un periódico.

En una poco común mañana lluviosa, el 20 de abril de 1988, Félix fue baleado al volante de su LTD Crown Victoria. La autopsia halló 19 balas, que habían destrozado su pecho, rompiéndole once costillas. De acuerdo con reportes de los especialistas forenses que examinaron el cadáver, hasta el corazón de Félix estaba hecho pedazos. Los culpables fueron tres de los guardaespaldas de Agua Caliente de Hank. Dos fueron encarcelados; el tercero fue hallado muerto en Tijuana poco después de los juicios.

A Hank nunca se le hicieron cargos en relación con el asesinato. Aun así, la acusación parece haber tocado un nervio. Cuando yo le pregunté directamente acerca de Félix, Hank Rohn se desplomó en su silla y se llevó la mano derecha a la frente.

«La verdad es que eso es lo que sucede cuando estás empezando a volverte demasiado popular y le pisas el pie a alguien…», comenzó. Inclinándose hacia adelante, una fuerte tos lo interrumpió en seco. Por ocho segundos, Hank continuó aclarando sus pulmones, todo ese tiempo acariciando un abrecartas de 12 centímetros de largo en su palma derecha, cerca del extremo de su escritorio. Respiró profundo, y finalmente continuó: "Ellos encuentran una manera de neutralizarte. Pero siempre han sido imputa

Durante el ascenso de los hermanos Arellano Félix tales imputaciones girarían en torno a la ciudad. Nunca serían probadas. La DEA y las autoridades mexicanas sostienen que los hermanos tenían carta blanca y mataban a voluntad. Entre 1990 y 2000 introdujeron de contrabando cientos de toneladas de drogas a través de California.

El Señor de los Cielos

Mientras los hermanos Arellano Félix se establecían en Tijuana, Amado Carrillo Fuentes se asentaba como jefe del corredor de drogas de Ciudad Juárez.

Carrillo Fuentes, el mayor de seis hermanos, había aprendido el negocio de las drogas nada menos que de Don Neto Fonseca, en Sinaloa. Cuando era joven, Carrillo Fuentes había sido enviado a Ojinaga, una pequeña ciudad ubicada a 305 kilómetros al oeste de Ciudad Juárez, para coordinar el contrabando de cocaína ahí.

Aprendió rápido, y para cuando heredó la plaza de Ciudad Juárez ya era un experto. Era adepto a nutrir sus contactos y era conocido en toda la nación como un narco diplomático, que prefería la paz a la guerra y la corrupción al caos.

En ese tiempo, México y Estados Unidos estaban trabajando en una red de radares que mejorara la detección de aviones provenientes de Colombia. Un ex general del Ejército fue encargado de la nueva red de radares.

Las autoridades de Estados Unidos aseguraron que Carrillo Fuentes había llagado hasta él rápidamente.

El ex militar negó cualquier cooperación con los traficantes de drogas, pero no había duda de que Carrillo Fuentes había tenido éxito en abrirse paso por la vía aérea. Poseía varias compañías de aviación y empezó a usarlas para transportar cocaína directamente de Colombia a Chihuahua y a Estados Unidos. Los aviones aterrizarían en una pista en el desierto de Chihuahua, donde el equipo de Carrillo Fuentes y hasta 70 miembros del personal de seguridad aguardaban el cargamento. En sólo minutos se descargaban las drogas y el avión colombiano podía regresar a casa. Luego se usaba otro avión para llevar las drogas a Texas.

Los aviones que usaba Carrillo Fuentes eran rápidos —excedían las 500 millas náuticas por hora— y podían burlar a los aviones radar que usaba la Aduana de Estados Unidos. Aterrizaban en medio del desierto, donde un contacto norteamericano recogía el cargamento, que en ocasiones era hasta de 12 toneladas de cocaína. El vuelo de regreso a México transportaba lo recaudado: hasta 60 millones de dólares en un solo viaje.

Carrillo Fuentes se volvió conocido como «El Señor de los Cielos».

Carrillo Fuentes también deseaba expandirse en México. Estableció operaciones en Hermosillo, Sonora, que planeaba usar como punto clave de tránsito para los cargamentos de drogas. (Ubicado en el desierto, justo al sur de la alejada franja de la frontera México-Estados Unidos, Sonora ha sido desde hace mucho tiempo una ruta de transporte crucial desde Sinaloa). Carrillo Fuentes se mudó a una mansión de estuco rosa cerca de la residencia del cónsul de Estados Unidos, y retomó la construcción de una casa conocida localmente como «El Palacio de Las Mil y una Noches» por sus domos en forma de cebolla. De acuerdo con el agente de la DEA Wilburn Sears, que en algún momento encabezó la estación de Hermosillo, Carrillo Fuentes se las arregló para obtener protección federal para los vuelos que llegaban y partían de la ciudad. «Hacían de todo menos echar a andar los aviones de los narcos».

BOOK: El Ultimo Narco: Chapo
5.01Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

The Beloved Daughter by Alana Terry
The Devil Made Me Do It by Alysha Ellis
Runaway Cowboy by T. J. Kline
Chain Lightning by Elizabeth Lowell
Jamestown (The Keepers of the Ring) by Hunt, Angela, Hunt, Angela Elwell
Blue Clouds by Patricia Rice