En la Tierra del Fuego (88 page)

Oí hablar por primera vez de estas colonias alemanas hace algunos años, durante un viaje de varias semanas por Chile que también me llevó hasta el lago Llanquihue. Y aunque la selva de antaño ya ha sido dominada en muchas zonas, ante el decorado de ese precioso territorio salvaje uno puede imaginarse perfectamente las pruebas a las que se vieron sometidos aquellos inmigrantes y lo inmensamente orgullosos que tuvieron que haberse sentido por conquistar esos territorios. Desde entonces, no he podido eludir la fascinación que me produce este tema y, tras muchas investigaciones, ahora se ve reflejada en esta novela.

Mis protagonistas son todos ficticios; solo algunas personas aisladas, mencionadas siempre al margen —como Carlos Anwandter, Vicente Pérez Rosales o Franz Geisse, entre otros—, son figuras históricas. Pero, al margen de eso, lo más importante para mí era tomar como referencia —para las descripciones de su día a día y de sus dificultades— los testimonios de los primeros inmigrantes para poder ofrecer un cuadro lo más auténtico posible. En parte, he citado —a veces de forma literal— fragmentos de cartas, diarios y relatos vitales, los cuales dan fe de las dificultades, pero también del legítimo orgullo de esos colonos por haberlas vencido.

Durante la revisión del diverso material de mi investigación, leí una cita que todavía tengo muy fresca en la memoria. Describe muy acertadamente la situación de los inmigrantes, ya que no glorifica aquella vida dura —como se ha hecho otras veces en retrospectiva—, sino que deja entrever un alto grado de realismo, de pragmatismo y de fuerza de voluntad.

Por eso, al final del libro quisiera dejar hablar a Aquinas Ried:

Este no es el país de la miel y de la leche. Aquí, uno tiene que ganarse el pan con el sudor de su frente; pero le queda el consuelo de que por lo menos puede ganárselo. De unas gotas surge un arroyo y de los arroyos surgen las corrientes. Manos a la obra, la bendición no nos faltará.

Y al final la bendición no faltó para gente como Elisa y Cornelius. En otro libro me gustaría contar, en cambio, cómo les fue a Emilia y a Manuel, a los descendientes de otros colonos y al mapuche Quidel.

Carla Federico
es una joven escritora austríaca residente en Alemania. Además de dedicarse a la literatura, ámbito en el que ya cuenta con un amplio currículo, trabaja como reportera de televisión. Su gran pasión por los viajes la ha llevado a muchos y dispares países. Uno de ellos la condujo a vivir una larga temporada en Chile, el lugar en el que se desarrolla esta novela.