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Authors: Mark Alpert

Tags: #Ciencia, Intriga, Policíaco

La clave de Einstein (38 page)

BOOK: La clave de Einstein
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—Es el
Warfighter
—susurró David—. Está cargando el programa.

Después de unos pocos segundos más aparecieron en la pantalla las palabras «¿LISTO PARA EMPEZAR?». Michael regresó al armario y sacó un rifle de plástico, una imitación de un M-16. Luego se acercó a una de las esferas gigantes, abrió una escotilla que había en un lateral y se encerró en la bola transparente.

—Maldita sea —exclamó Monique—. ¿Se puede saber qué hace ahí dentro?

Michael cerró la escotilla por dentro y se puso las gafas RV. Sosteniendo el rifle de plástico como si fuera un soldado de infantería de verdad, empezó a caminar hacia delante, pero sin avanzar, claro está; la esfera daba vueltas, rotando sobre sí misma como una bola de seguimiento monstruosa. Poco después, el adolescente ya corría como si fuera un hámster en una rueda de ejercicio. Cuando David miró la pantalla del ordenador, vio al soldado vestido de caqui corriendo por el campo.

—¡Joder, esto es increíble! —Puso la mano en la espalda de Monique y señaló la plataforma que había debajo de la esfera—. ¿Ves esas ruedecillas que hay debajo de la pelota? Miden la velocidad con la que la esfera gira y la dirección de su rotación. Luego envían la información al ordenador, que mueve al soldado a la misma velocidad que se mueve Michael. Y Michael puede ver toda la simulación en sus gafas. Está corriendo en un mundo virtual.

—Todo eso está muy bien, pero ¿adónde va?

—Parece que de momento sólo se está divirtiendo. Supongo que poco a poco irá subiendo de nivel, como siempre hace.

—¿Y qué ocurrirá cuando llegue al Nivel SVIA/4?

—No lo sé. Puede que el programa indique cómo descargar la teoría desde el servidor. Pero seguramente habrá que utilizar la interfaz RV para acceder a ella.

David examinó los iconos que había en la parte inferior de la pantalla del ordenador hasta que descubrió el que buscaba: DOS JUGADORES. Hizo clic y las palabras «¿LISTO PARA EMPEZAR?» volvieron a parpadear en la pantalla. Mientras Monique lo miraba boquiabierta, él fue al armario a buscar otro par de gafas RV y otro rifle de plástico.

—Voy a entrar —dijo. Luego se acercó a la segunda esfera y abrió la escotilla.

Simon hacía guardia en el laboratorio de pruebas del
Mid-South Robotics
mientras el profesor Gupta estudiaba vídeos de vigilancia en el ordenador del laboratorio. La pantalla estaba dividida en doce cuadrados, cada uno de los cuales emitía imágenes en directo de uno de los
Dragon Runner
desplegados en Fort Benning. Justo antes del mediodía, el ordenador soltó un pitido: el programa de reconocimiento de caras había encontrado una equivalencia en uno de los vídeos. Gupta identificó la localización del robot y expandió la imagen para que ocupara toda la pantalla. Simon se acercó un poco más a la terminal y vio un soldado alto y feo que rodeaba con un brazo la cintura de una desaliñada mujer pechugona. Luego vio a los objetivos: Swift, Reynolds y el nieto de Gupta.

—Interesante —murmuró el profesor—. Están en la oficina de SCV.

—¿SCV?

—Simulación de Combate Virtual. Hice algunas cosas para ellos, como el desarrollo de la interfaz RV para el
Warfighter
—hizo una pausa, absorto—. Y ahí es donde trabajó Elizabeth. El empleo que le encontró Hans.

En la pantalla, los objetivos entraban en una habitación y cerraban la puerta detrás de ellos, impidiendo la vigilancia. Gupta salió de golpe del programa golpeando el teclado con el puño.

—¡Kleinman! —exclamó—. ¡Viejo insensato!

—¿Qué ocurre?

El profesor negó con la cabeza.

—¡Creyó que sería una opción inteligente! ¡Esconderla justo delante de mis narices!

—¿Se refiere a la
Einheitliche Feldtheorie
?

Una nueva ventana apareció en la pantalla y Gupta tecleó un nombre de usuario y una contraseña. Estaba intentando entrar en una especie de red.

—Afortunadamente, no es demasiado tarde. Todos los programas de SCV están diseñados para poder acceder a ellos a distancia. El ejército quería que soldados de distintas bases pudieran competir entre ellos en batallas virtuales.

Hubo una demora de varios segundos. Luego la pantalla mostró una larga lista de servidores militares y sus informes de actividad.

—Lo que imaginaba —dijo Gupta—. Tienen abierto el
Warfighter
.

Mirando por encima del hombro del profesor, Simon sintió una punzada de ansiedad.

—¿Pueden descargar la teoría? ¿Pueden borrarla?

Gupta hizo clic en uno de los servidores. Mientras la red establecía conexión, se volvió y miró a Simon.

—¡Ve al almacén de suministros! Aquí no hay ningún equipo de RV, pero puede que ahí encuentres un
joystick
.

David estaba de pie en un amplio campo bordeado por pinos sureños. A la derecha tenía un paisaje de colinas y bosques que llegaba hasta el horizonte. Al volverse a la izquierda, el visor RV mostró una abertura entre los árboles y un conjunto de edificios bajos. Los gráficos eran sorprendentemente realistas. Podía incluso oír el canto de los pájaros en los auriculares, que incluían unos altavoces de miniatura y un micrófono para comunicarse con los demás jugadores. Había algo extrañamente familiar en ese paisaje simulado, y un par de segundos más tarde se dio cuenta de que el mundo virtual había sido diseñado para que se pareciera a los boscosos terrenos de entrenamiento de Fort Benning. Por encima de las copas de los árboles pudo ver las torres de salto, que parecían estar a varios kilómetros.

—¿A qué estás esperando?

David alzó el rifle cuando oyó la voz a través de los auriculares. Podía ver el cañón de su M-16 en el visor, pero no había nadie en el campo ni en los bosques.

—¡Eh! —gritó—. ¿Quién anda ahí?

—Soy yo, tonto —era la voz de Monique—. Estoy en la terminal, viéndote en la pantalla del ordenador. Michael está en el pueblo.

—¿En el pueblo? —Señaló con el rifle el conjunto de edificios—. ¿Quieres decir por ahí?

—Sí, y ya ha llegado al Nivel B2, así que será mejor que muevas el culo. Por lo que veo, tienes que acercarte a Michael antes de que llegue al SVIA/4 o no podrás entrar al nivel final y descargar la teoría.

Con mucha cautela, David dio un paso adelante. La esfera rotó suavemente bajo sus pies. Luego dio un paso a la izquierda y la esfera se movió de lado. Entonces empezó a andar hacia la abertura que había entre los árboles, al principio lentamente, después ya con más confianza.

—No está mal. Cuando te acostumbras, parece casi normal.

—Prueba a correr. Tienes mucho camino por delante.

Echó a trotar. El visor RV mostraba el paisaje en movimiento: mientras David corría a través del campo, los edificios que tenía delante se hacía más grandes y empezó a ver cuerpos boca abajo en la hierba. Eran los soldados enemigos generados por el ordenador —vestidos como terroristas, con cazadoras negras y pañuelos— que David ya había visto en la
Game Boy
.

—Parece que Michael ya se ha encargado de estos tipos.

—Mantén los ojos abiertos —le advirtió Monique—. No se los ha cargado a todos.

—¿Qué ocurre si me disparan? ¿Cuántas vidas tienes en este juego?

—Deja que mire el archivo con las instrucciones. —Hubo una pausa—. A ver, si te disparan en el cuerpo no te puedes mover pero sí disparar el arma. Si te disparan en la cabeza, vuelves automáticamente al principio.

—Y no queremos eso, ¿verdad?

—No si quieres pillar a Michael. Acaba de llegar al nivel B3.

David aceleró el paso, corriendo en zigzag por entre los soldados muertos. Unos segundos después llegó a las afueras del pueblo, que se veía gris y desolado. En un lado de la calle principal había una hilera de edificios de dos pisos con los tejados inclinados; en el otro, una sencilla iglesia blanca con un campanario. La calle estaba vacía a excepción de los cuerpos de los soldados, que le indicaban claramente por dónde había pasado Michael. David fue corriendo por el medio de la calle hasta llegar a un almacén amarillo. En la entrada del edificio había media docena de cadáveres simulados. Haciendo esfuerzos para mantener el equilibrio dentro de la esfera giratoria, aflojó el paso y echó un vistazo desde la puerta. Estaba oscuro pero podía distinguir unas formas en el suelo: más cuerpos postrados.

Justo cuando iba a entrar, oyó disparos. Parecían provenir de detrás de él, así que se dio la vuelta. Un soldado enemigo venía corriendo desde el otro extremo de la calle, disparando un AK-47. Por un momento, David se olvidó de que estaba viendo una simulación; en un arrebato de pánico se agachó y apretó el gatillo del rifle de plástico, apuntando al soldado de la chaqueta negra. Los disparos retumbaron en sus auriculares y David perdió el equilibrio. Se cayó de culo dentro de la esfera, que se balanceó adelante y atrás. Su visor RV sólo mostraba el cielo azul y la pared amarilla del almacén. Cuando se volvió a poner de pie, vio que el soldado enemigo estaba a cuatro patas, con una mueca de dolor en el rostro pero sosteniendo todavía su rifle.

—¡Dispárale a la cabeza! —gritó Monique por los auriculares—. ¡Rápido, a la cabeza!

David disparó al cráneo del soldado y éste cayó al suelo.

—¡Dios mío! —exclamó mientras movía su M-16 de un lado al otro por si había más enemigos en la calle, con la respiración jadeante. Oyó más disparos pero no podía averiguar de dónde provenían.

—¡Métete en el edificio! ¡Michael está en la segunda planta!

Se volvió hacia la entrada y pasó por encima de los cuerpos. El visor se fue oscureciendo a medida que avanzaba por un pasillo largo y estrecho. Tenía las piernas temblorosas y empezaba a sentirse mareado. El sudor le caía por la frente y se acumulaba en la montura de sus anteojos.

—¡Mierda, no veo nada!

—¡A la izquierda, A LA IZQUIERDA! ¡Hay unas escaleras!

Se volvió a la izquierda, tambaleándose como un borracho. Oía el eco de los disparos pasillo abajo, pero sólo podía ver sus fogonazos. La simulación le abrumaba el cerebro, y sentía náuseas. Tenía ganas de quitarse los auriculares.

—¡Un momento, tengo que parar! ¡Hay alguien detrás!

—¡No, sigue avanzando! Michael ya está en el Nivel C3. ¡Ya casi ha terminado!

Al final, David encontró las escaleras. El visor se fue iluminando a medida que las ascendía, hasta que llegó a otro pasillo. Empezó a recorrerlo, pasando junto a varias habitaciones desnudas con cadáveres ensangrentados en el suelo.

—Gira a la derecha cuando llegues al final del pasillo —le indicó Monique—. Luego…

De una de las habitaciones apareció un soldado, a pocos metros. David se llevó tal susto que se le cayó el M-16. Retrocedió unos pasos, levantando los brazos de forma instintiva, preparándose para una muerte virtual. Sin embargo, el soldado se limitó a darse la vuelta y siguió avanzando por el pasillo. Fue entonces cuando David se dio cuenta de que este soldado no vestía chaqueta negra; llevaba un uniforme caqui y un «1» rojo en el casco. Era Michael.

Eufórico, David recogió su rifle y lo siguió. Al final del pasillo, el soldado de Michael viró a la derecha y David oyó una ráfaga de disparos. Para cuando alcanzó al muchacho, los seis enemigos generados por ordenador ya descansaban boca abajo en el suelo.

—¡Ya está! —gritó Monique—. ¡Ya estás en el nivel final!

El soldado de Michael se acercó a una puerta que había en el otro extremo de la habitación. David contuvo la respiración, esperando ver las ecuaciones de
Herr Doktor
, por lo menos. En vez de eso entraron en lo que parecía un vestuario. Las cuatro paredes estaban revestidas por docenas de taquillas de metal gris. El soldado de Michael se acercó a la que tenía más cerca y la tocó con su M-16. En sus manos se materializó una nueva arma, un rifle equipado con un grueso cilindro debajo del cañón. Un lanzagranadas.

A David se le cayó el alma a los pies. Éste no era el nivel final. Parecía ser una zona intermedia de aprovisionamiento, un lugar en el que conseguir nuevas armas para otra ronda de batallas.

—¡Maldita sea! ¿Cuánto dura esto?

—Espera un segundo —respondió Monique—. Mira las letras de las taquillas.

Cada taquilla tenía una serie de iniciales en la puerta. Las iniciales eran las de rangos militares: en la primera taquilla ponía «SLD», por soldado; en la segunda «CBO», por cabo; en la tercera «TNT», por teniente, etcétera. David reconoció la primera docena de rangos, pero, a medida que iba avanzando, las abreviaciones fueron haciéndose más oscuras: WO/1, CWO/5, CMSAF, MGySgt.

—Mira la hilera de la pared del fondo —dijo Monique—. La segunda taquilla comenzando por el final.

David miró las iniciales: SVIA/4.

—¡Dios santo! ¡Son las letras de la
Game Boy
!

Se acercó a toda prisa a la taquilla y la golpeó con su M-16. En el visor RV David vio cómo se materializaba el lanzagranadas en su rifle. Al mismo tiempo, de golpe las iniciales de la taquilla se reorganizaron. La «S» se movió un poco hacia la izquierda, la «A/4» a la derecha. Y el «VI» rotó 90 grados en el sentido las agujas del reloj. El resultado fue una ecuación:

S ≤ A/4

David no la reconoció. Pero él no era el físico.

—¿Has visto eso, Monique? —preguntó por el micrófono—. ¿Has…?

—¡CUIDADO!

Volvió a oír disparos. Se dio la vuelta justo a tiempo para ver cómo el soldado de Michael caía al suelo. Luego el visor RV se volvió rojo, como si se hubiera manchado de sangre.

No era más que un pobre sustitutivo de la guerra, pensó Simon mientras miraba la pantalla del ordenador por encima del hombro de Gupta. Incluso como ejercicio de entrenamiento, el programa era absurdamente irreal. Cuando los soldados recibían un disparo no se retorcían de dolor en el suelo ni llamaban a gritos a sus madres. Simplemente se caían. Era un juego de niños, un juguete. Gupta no necesitaba la ayuda de Simon; lo único que tenía que hacer era disparar a un par de soldados de dibujos animados en la espalda.

Después de despachar a sus oponentes, Gupta avanzó hacia la taquilla con los extraños símbolos en la puerta. Accionando el
joystick
, estiró el brazo de su soldado para que el rifle tocara la taquilla. Primero se materializó un lanzagranadas en el rifle y luego, unos segundos después, apareció un mensaje en la pantalla: «¿LISTO PARA DESCARGAR? ¿SÍ O NO?». Gupta hizo clic en el sí. El mensaje pasó a ser «DESCARGA COMPLETA EN 46 SEGUNDOS». El profesor se quedó mirando atentamente los números. Parecía en trance, como si estuviera viendo algo que estuviera escondido en las profundidades del ordenador.

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