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Authors: John C. Wright

Tags: #Ciencia-Ficción

La Edad De Oro (4 page)

BOOK: La Edad De Oro
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Faetón se quedó estupefacto. Todo era demasiado extraño. Sabía qué era la palabra «enemigo»; el término se refería a una especie de competidor, aunque cruel e inescrupuloso. La idea de que la estructura de la Ecumene Dorada, sin embargo, pudiera ser semejante cosa, era obviamente absurda, como pensar que el cielo estuviera hecho de hierro. Faetón sabía qué era la locura, por las simulaciones históricas, tal como sabía qué era un hacha de pedernal o una enfermedad; podía entender la idea de que el neptuniano estuviera loco. Pero no atinaba a creerla de veras.

En su desorientación, sólo pudo responder:

—Si despierto mi cuerpo real, para viajar fuera del alcance de la Mentalidad Numénica, mi información cerebral no podría ser registrada y almacenada, en caso de accidente físico. Se perderían importantes segmentos de mi experiencia vital; incluso podría perder continuidad y padecer la muerte verdadera y definitiva.

—¡Te digo que no morirás, sino que te mezclarás con la Composición Tritónica y alcanzarás una vida más exquisita y más elevada!

Los otros seis Pares, cada cual con diferencias en la velocidad y los procesos de pensamiento, asimilaron, evaluaron o examinaron más de 9.200 proyecciones sobre el efecto de la próxima Trascendencia en el milenio venidero, haciéndolo en forma directa o bien (si no poseían realces mentales permanentes) mediante mentes auxiliares.

Una laguna en la memoria de Helión eliminó esta espera, e hizo coincidir su tiempo y su percepción temporal con el punto siguiente de la conversación. Para él no hubo pausa. Podían haber pasado horas o meros segundos.

El indiscutido líder formal de los Pares, Orfeo Miríada Averno, no estaba presente físicamente, ni allí ni en ninguna parte. Era el más anciano y más rico de los— Siete. Se presentaba a los sentidos de Helión como un joven de cabello oscuro y tez pálida cuyo rostro era turbadoramente inexpresivo, cuyos ojos impasibles miraban hacia adentro, absortos en sí mismos. Usaba una capa térmica negra plutoniana, tan pintoresca y anticuada que sólo durante una mascarada podía pasar inadvertida. El ancho cuello le llegaba casi hasta las orejas, y las altas hombreras hacían que su cabeza pareciera pequeña e infantil.

—Alabamos el sentimiento expresado por nuestro Par más reciente —musitó Orfeo—. Cuando las condiciones son óptimas, todo cambio es decadencia por definición. Y Helión sabe muy bien que podemos hallar caos, deslealtad e inescrupulosidad aun en nuestros hogares y posesiones, incluso en el corazón de los que están más cerca de nosotros.

Por un momento, nadie habló. Todos clavaban los ojos en Helión. Un embarazoso silencio pendía sobre la sala.

Gannis (o una de sus manifestaciones) estaba físicamente presente en la biblioteca de la Casa Aurealiano, donde la reunión se celebraba «realmente». Gannis estaba vestido como un personaje de la mitología de la Primera Estructura Mental, con una túnica azul y blanca, una corona de rayos y un relámpago como cetro. Exhibía el derecho de propiedad de una cara llamativa: barba negra, ojos hundidos y espaciados, bajo una frente amplia y regia. Dos águilas, macho y hembra, estaban posadas en el respaldo de su silla, una sobre cada hombro. Los ojos de Gannis eran brillantes y feroces como los de esas aves, pero su voz era agradable, jovial y tonante.

—¡Sabio Orfeo! Abres viejas heridas. Helión tiene a Faetón bajo control. ¿Por qué aludir a un episodio que todos hemos convenido en olvidar? Creí que ya no hablaríamos de él.

Orfeo habló en voz baja, como para sí mismo, sin mover los ojos.

—No aludíamos a ese tema. Aunque notamos que ahora Helión tiene buenos motivos para exhibir un celo inconmovible en la defensa de la tradición y la ortodoxia.

Orfeo era miembro de la pequeña, antigua y peculiar escuela de los Eonitas. Su práctica consistía en registrar una versión idealizada y no modificada de sí mismos en espacio informático permanente. Esta plantilla generaba regularmente una emanación o éidolon de sí misma, que adquiría vida. Los nuevos éidolons absorbían la información que los éidolons anteriores, activos o vivientes, habían adquirido desde la época en que se absorbió la plantilla, pero rechazaban todo cambio de personalidad, filosofía o valores básicos. Los miembros de esta escuela eran rígidos e inalterables. Por un margen mínimo, la Curia había determinado que en el plano legal los Eonitas eran entidades conscientes, no fantasmas ni grabaciones. La opinión pública no estaba necesariamente de acuerdo.

(Helión, observando con parte de su mente múltiple en otro canal, vio que Orfeo no tenía ningún sensorio en funcionamiento. Orfeo no veía la sala; el diálogo era puro texto; las expresiones faciales y los signos no verbales aparecían en marcos cercanos, como caras en los naipes. En la escena de Orfeo no había otra extensión ni trasfondo. Todo lo demás era negro. Helión, perturbado, restó relevancia a esa vista y prestó atención a su propia versión de la escena.)

Por un instante Faetón guardó silencio, embelesado y maravillado. Tendría que haber sentido repulsión, pero no era así. Todo sonaba tan esplendoroso y extraño como los dramas de Sueño Profundo de su esposa.

—He llamado mi lanzadera para que descienda de mi nave
Roc Acechador
—decía el neptuniano—. Mi estrato básico incluye un generador de vacío parcial que me permite volar, y mis líquidos de subsuperficie.pueden sostener tus ciclos vitales en suspensión hasta que realicemos el abordaje. Rescata tu cuerpo verdadero de su cripta. Supongo que está cerca, pues la residencia material de la Mansión Radamanto no está lejos. Despierta, ven aquí, y entra en el círculo de mis brazos; pon tu rostro en la sustancia superficial de mi cuerpo; se abrirá ante ti, y fluirá alrededor de ti, ligando célula con célula, para envolverte en una vacuola protectora.

—Pero… —murmuró Faetón—, necesitaría varios años, por lo menos, para poner mis asuntos en orden y para crear y educar a un duplicado parcial de mí que cumpliera mis deberes en mi ausencia. En todo caso, no puedo irme del festival antes de la Trascendencia Final de diciembre.

—No. Debes venir sin demora. Si envías un mensaje, siquiera una señal, el laberinto se cerrará de nuevo, y esta vez revocarán todas las piedras sueltas.

¿Partir de inmediato? Faetón imaginó a su esposa, aturdida por los amplificadores de imaginación, emergiendo de su vientre de pseudomnesia, buscándolo ávidamente para hablar sobre sus onirovictorias, los nuevos amigos y prodigios que había generado por ordenador.

Pero él no estaría allí. Impaciente, enfadada, frenética, ella buscaría en los paseos, en las ciudades festivas, las salas de baile y las salas de juego, viendo mil disfraces, todos con máscaras. El canal de coordenadas quedaba desactivado durante la mascarada. Ella tardaría ocho meses o más en confirmar sus temores. Hasta entonces, no sabría si él ya no estaba en este mundo o sólo se ocultaba o la ignoraba.

Esa reflexión le devolvió la compostura. Se echó a reír.

—Lo lamento, pero comprenderás que tu ofrecimiento es ridículo…

Se detuvo. Era más que ridículo. ¿Ir a Neptuno?

Neptuno era la avanzada más remota de la civilización y, con dos excepciones notables, la colonia humana más lejana. El puesto más lejano de la Ecumene Dorada estaba a 500 UA, en el punto focal de la lente de gravedad creada por el sol. Allí, elementos de la mente colectiva de la Composición Porfirógena habían creado un planeta artificial de hielo para ellos, para los visitantes y para el personal del Proyecto Observatorio Cósmico. Aparte de eso, las estrellas más cercanas estaban despojadas de vida. Pero en Cygnus X-l, una pequeña colonia fundada para estudiar los efectos de la singularidad allí situada había descubierto una fuente de energía infinita, y con esa riqueza se había expandido hasta formar una civilización poderosa. Pero la distancia era tan vasta, y los costes del viaje tan inmensos, que toda comunicación con esa sociedad se había perdido; por esa razón, se la conocía como la Ecumene Silente. Neptuno estaba mucho más cerca que una estrella cercana, pero aun así era inconcebiblemente remoto. Aun las naves que reñían proporciones relativamente altas de combustible, masa y cargamento tardaban mucho tiempo en efectuar la travesía. Meses, a veces años. —Ridículo? Era una idea imposible.

Ir. El palacio:

—¡Venga! —exclamó Gannis con entusiasmo, dando una palmada en la mesa—. Helión ha gastado más tiempo informático que cualquiera de nosotros, millones de segundos para un solo estudio, para extrapolar qué visiones puede presentar la Mente Aureliano durante la Trascendencia de diciembre. Su devoción es incuestionable.

«¡Su sueño es majestuoso, lo admito! ¡Detener los movimientos de la sociedad y petrificarla en su estado actual! (Afortunado para nosotros, pues cuando las olas se congelen los que estamos en la cresta quedaremos para siempre en la cima del témpano.) No obstante, si me perdonas, amigo Helión, debo introducir una nota de cautela. El Colegio de Exhortadores es un grupo de moralizadores populistas. ¿Necesitamos este exceso de celo petulante y envarado? Si aumentamos su poder, tendrán más poder sobre nosotros, aun sobre los Siete Pares. Entonces, ¿qué? ¿Qué necedad igualitaria tendremos que tragarnos después? ¡Al decir esto, no hablo sólo en mi nombre, sino en el de todos!

La visión de la sala que tenía Gannis era la misma de Helión, pero su sentido del humor le exigía introducir una leve diferencia. En la visión de Gannis, todos los objetos tenían dos sombras, una negra y oscura y otra tenue y gris, pues él había puesto un segundo sol, un sol más pequeño, un mero punto de brillo deslumbrante, que despuntaba en el este.

—Quizás el Par Gannis tenga causas para temer toda indagación de los hechos recientes —susurró Orfeo con su voz glacial—. Es una curiosa coincidencia que él haya obtenido tantas ventajas merced a las deliberaciones más recientes de los Exhortadores.

Gannis debía haberse enfurecido ante la acusación, pero en cambio extendió los brazos y rió.

—Me halaga que me consideres tan astuto como para haber organizado estos desastres recientes. Pues no es así. Me temo que sólo la mera suerte ha salvado una vez más la Operación de Ingeniería Joviana. ¿Recuerdas cuando las malas inversiones de mi sobreyó me provocaron tantas penurias que me pidieron que renunciara a mi condición de Par? Sin duda lo recuerdas, pues fuiste tú quien me pidió que renunciara. —Gannis se volvió hacia los demás y continuó—: Y vosotros, Pares míos, no queríais saber nada más del cómico, necio, adorable y afable Gannis, ¿verdad? Pero mis otros yoes recobraron nuestra fortuna con la creación del Gran Colisionador Ecuatorial de Júpiter. No predecíamos la existencia del continente de elementos transadamantinos estables más allá del número atómico de novecientos; más aún, el modelo estándar predecía que era imposible.

«¡Crisadmantio! ¿Qué no se podría hacer con este metal prodigioso? A mí me devolvió mi posición… pero quizás otros concibieron sueños más desbocados.

»Soy mejor gracias a mis pérdidas. Más generoso. ¡Generoso al punto de la locura! Soy tan dadivoso con mis consejos como con mi fortuna. ¿Es culpa mía que se ignorasen mis consejos? ¿Es culpa mía que la riqueza que derroché regresara a mí? Ésta es la recompensa del destino, que adora a los magnánimos. Los abogados listos sólo contribuyen al proceso…

«Pero a pesar de mi generosidad, buen Helión, no sé qué más puedo hacer por el Colegio de Exhortadores. Los contratos y pactos que hacemos con nuestros clientes establecen que debemos eludir a todo aquél que es eludido por el Colegio de Exhortadores. Para mis clientes, ello significa que no pueden obtener estructuras, naves ni ascensores espaciales hechos de mi supermetal; para los clientes de Vafnir, significa que no hay energía; por parte de la Composición Caritativa, que no hay comprensión; por parte de Ao Aoen, que no hay sueños; por parte de Orfeo, que no hay vida. ¿Qué más se necesita?

—Nabucodonosor Sofotec, que asesoraba al Colegio, se ha recluido —respondió Helión—. En la actualidad el Colegio no dispone de sofotecnología; esto se puede remediar. Si tuvieran suficientes recursos informáticos, los Exhortadores podrían ser omnipresentes, omniscientes. Nosotros, Pares míos, siendo las entidades más ricas que han vivido jamás, no carecemos de recursos para donar.

—¿Por qué gastar tanto? —preguntó Gannis con un gesto expansivo—. Los asuntos peligrosos se han resuelto…

—Todavía existen quienes desean derrumbar todo lo que hemos hecho y construido —dijo ominosamente Helión—. ¿Tenéis, caballeros, la palabra «enemigo» en vuestros archivos?

En el jardín:

—¿Por qué estás aquí? —preguntó Faetón—. ¿Qué significa esto?

—La misma restricción que me impedía aproximarme a ti me impide citar el tema interdicto. Mi parapersonalidad de abogado, sin embargo, sugiere que puedo responder las preguntas sin contravenir la letra de la ley si sólo tú mencionas el tema.

—Muy bien. ¿Esto se relaciona con el hombre que vi?

—¿El artista arbóreo? Él no es nadie. Escapó de ti bajando un anuncio de poca altura y envolviéndose en él como si fuera una capa. Tu filtro sensorial te cegó hasta que él desapareció.

Faetón pensaba que esas cosas sólo pasaban en las comedias. Comprendió frustradamente que el artista arbóreo, siendo un puritano, no usaba filtro sensorial. Estaba expuesto a todo el clamor y la conmoción de los anuncios, al rugido de la música. No era de extrañar, pues, que estuviera de mal humor.

—Él sugirió que yo había hecho algo vergonzoso o espantoso, algo que demostraba odio o desprecio por la Ecumene Dorada. ¿Esto se relaciona con el tema prohibido?

—Directamente.

—Aja. Es sabido que los neptunianos ponen a prueba los límites de la razón y del buen gusto, y no cesan de despotricar contra las normas y prácticas de cortesía (no podemos llamarlas «leyes») a que voluntariamente nos sometemos. Y antes usaste la oscura palabra «delito». ¿Tú y yo fuimos socios en algún intento delictivo?

—No delictivo. Los neptunianos experimentamos con formas mentales inusitadas, pero no estamos locos. No obstante, tú y yo fuimos socios en un proyecto que fue mal recibido por la gente de alma pequeña que vive aquí.

—¿Una treta, travesura o estafa neptuniana?

—Repites las calumnias de tus detractores. La Composición Tritónica explora las fronteras del esfuerzo mental, sin el estorbo del cerrado moralismo de vuestras obtusas máquinas. Permíteme transmitir mis compendios a tu espacio cerebral. El tiempo apremia, y la filosofía neptuniana es compleja, y se basa en juicios de valor que sólo puede transmitir la experiencia, no la lógica.

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