Faetón podía entender que hubiera programado su filtro sensorial para bloquear imágenes de los anuncios o la música estruendosa. Pero no recordaba (y su memoria era fotográficamente perfecta) haber ordenado al filtro que bloqueara la visión de los neptunianos. El mero hecho de que un miembro de esa escuela extraña y remota, los habitantes más lejanos de la Ecumene Dorada, visitara físicamente la Tierra era motivo de asombro y comentario.
¿Por qué Faetón se habría ordenado no ver semejante criatura,, o evitar el recuerdo de verla? Se consideraba que los neptunianos eran temerarios, innovadores, indignos de confianza, pero aun así…
Faetón se tomó un momento para examinar el censor de su filtro sensorial. Tres líneas de mando le parecieron raras. Muy raras. Una estaba destinada a impedir que viera el ecoespectáculo de la Verdemadre Cerebelina, que se emitía por los canales 12-20 desde Lago Destino. La segunda era para eliminar visiones y referencias relacionadas con los visitantes neptunianos. Una tercera estaba destinada a distraerlo del estudio de informes astronómicos concernientes a un desastre reciente en el espacio de Mercurio, provocado por prominencias e irregularidades solares de violencia inusitada.
¿Por qué? ¿Cuál era la relación?
¿Por qué se había hecho eso a sí mismo, y por qué se había ordenado olvidar que lo había hecho?
Faetón ajustó el filtro sensorial para permitirse ver al neptuniano (sin oír la música ni esos espantosos anuncios) y se sorprendió al observar que la gigantesca criatura ascendía hacia él por la herbosa ladera, desplazándose como un pálido banco de nubes.
A medida que se acercaba, el interior del hielo mostró varios casquetes o esferas concéntricas de blindaje cristalino. En sus humosas profundidades había una red de tejido nervioso que conectaba cuatro cerebros principales y por lo menos cien subcerebros, nódulos nerviosos, ganglios, células sintéticas, relés y racimos de realce.
El tejido nervioso del interior del hielo estaba en movimiento. Algunos zarcillos de materia cerebral se expandían, formando nuevos nódulos y nudos; otros se contraían, creando una impresión de frenética actividad mental.
Se acercó aún más.
En otra parte, Helión también estaba insatisfecho.
En la Mansión Aureliano, siete entidades de muy diferentes escuelas, principios vitales, neuroforma y apariencia se reunían en privado. Tenían tres cosas en común: la fortuna, la edad y la ambición.
Los Siete Pares estaban sentados en una alta biblioteca de muchas ventanas, con iconos mentales en las paredes con paneles de roble. Cada Par veía la habitación de manera distinta.
El Par admitido más recientemente se llamaba Helión Reliquia (indeterminado) Radamanto Humodificado (realce, con múltiples canales sensoriales sinoéticos) Autocompuesto, Multiparcial Jerárquico Radial (paralelo múltiple y parcial con subrutinas), Neuroforma Básica, Escuela Señorial Gris Plata, Era 50 (época de la Segunda Inmortalidad).
Era el único presente de cuna señorial, y estaba muy feliz de que su escuela, la Gris Plata, hubiera sido escogida para ocupar este puesto honorable. La autoimagen de Helión usaba el disfraz de un emperador bizantino de tiempos de la Segunda Estructura Mental, con una diadema de rayos perlados y túnica de púrpura tiria.
—Pares míos, con gran orgullo y honor ocupo mi lugar entre vosotros. Confío en que los problemas legales concernientes a la continuidad de mi identidad sean aceptables para todos los presentes.
Los Pares hicieron un gesto de aprobación que el sensorio de Helión interpretó como cabeceos y murmullos de asentimiento.
—Caballeros, somos los Pares y Supremos de esta civilización. La Ecumene Dorada nos ha dado todos los beneficios que puede brindar. Ahora debemos protegerla. Debemos asegurarnos de que los acontecimientos que recientemente sacudieron nuestra sociedad hasta sus raíces, acontecimientos que sólo los Siete recordamos, no se repitan.
«Los Siete representamos las fortunas no mecánicas más grandes que han existido en el tiempo y el espacio. Si no actuamos nosotros, ¿quién lo hará?
«Sugiero que hemos llegado a una edad de oro, una época de perfección y utopía: para mantenerla, para sostenerla, no se pueden permitir más cambios. Las aventuras, los riesgos y la precipitación no deben recibir más aplausos en nuestra Ecumene. Sólo entonces podremos retener en casa a nuestros hijos díscolos, a salvo de todo daño.
«Podéis examinar a gusto mis hallazgos detallados; cuántas personas podemos influir, cuáles son los posibles resultados de diversas formas de arte y persuasión que podemos aplicar durante la celebración. Llamo vuestra atención, por ejemplo, sobre el ecoespectáculo de Lago Destino, formulado por las hermanas y compañeras de nuestra Par, Rueda-de-la-Vida. Aun aquéllos que no aprehendan la analogía directa allí implicada sentirán una inquietud subliminal ante el heroísmo errático y egoísta que se condena en esa obra de arte.
«Éste es sólo un ejemplo entre miles. El tiempo informático disponible para mi casa señorial puede generar anticipaciones específicas que alcanzan muchos órdenes de magnitud. Las mentes meramente humanas no podrán contra la ingeniosa campaña de persuasión que he planeado. Si suficientes personas son persuadidas de la verdad de una proposición antes de la Trascendencia, sin duda esa verdad será recordada durante la Transfiguración, sin duda modelará el resultado posterior.
«¡La Era de la Tranquilidad, soñada durante tantos siglos de tanta turbulencia y dolor, ha llegado! ¡Pares míos, debemos poner punto final a la historia!
«Examinad mi propuesta, Pares míos. Mirad el futuro que he bosquejado. Es un futuro donde el Colegio de Exhortadores es respaldado por el pleno poder de los Siete Pares.
Faetón interpeló a la criatura gigantesca:
—Perdona mi impertinencia, pero, ¿puedes decirme, por favor, si viste pasar a un hombre hace poco? Tenía este aspecto.
Faetón abrió el canal 100, el canal de uso común, y descargó cientos de imágenes y sensomedios de su memoria reciente en un archivo público provisional. Ordenó a una subrutina artística que añadiera música de fondo, comentarios narrativos y un poco de montaje dramático para brindarle unidad temática, y luego transmitió las imágenes.
Sintió un cosquilleo en la nuca mientras leían su nombre (aún no se había vuelto a poner la máscara) y recibió una señal por un canal de alta compresión.
—Habla el traductor. Mi cliente intenta comunicar un complejo de archivos de memoria y sendas asociativas que tú no tienes capacidad para recibir ni yo autoridad para transmitir. La cantidad de información implicada puede superar la capacidad de un cerebro. ¿Tienes almacenadas personalidades numénicas, respaldos o realces?
Faetón preguntó por su identidad, pero el neptuniano estaba enmascarado.
—Me pones en desventaja. No estoy habituado a revelar las coordenadas de mi espacio mental a los desconocidos, y mucho menos las de mis copias de resurrección.
Faetón quería una respuesta a su pregunta, y habría preferido ser cortés, pero el requerimiento de que abriera sus pensamientos privados era extraordinario, casi absurdo. Y los neptunianos eran famosos por sus extravagancias.
—Muy bien. Intentaré transmitir la comunicación de mi cliente en formato lineal, por medio de palabras, pero con la aclaración de que se perderán muchos contenidos sustanciales, y todos los sentidos, matices y connotaciones secundarias.
—Seré tolerante. Procede.
—Mi caudal inicial de datos consiste en cuatrocientos registros, incluidas proyecciones multidimensionales de imagen, correspondencias y correlaciones de memoria, poesía e instrucciones sobre alteraciones nerviosas para crear nuevas estructuras de recepción emocional en tu cerebro. Estas estructuras pueden ser útiles más tarde para valorar las emociones (que no tienen nombre en tu idioma) que otras partes de la comunicación luego intentarán despertar. El caudal inicial contiene otros detalles preliminares.
«Luego sigue una tanda contextual de seis mil registros, incluidos volúmenes de arte y experiencia, recuerdos reales y ficticios, así como recuerdos reconstruidos, destinados a daros a ti y a él un fondo mutuo de experiencia, un contexto donde ciertas alusiones y pormenores se comprendan mejor, Siguen otras cortesías y salutaciones.
»E1 primer registro del mensaje central contiene formalidades rituales de sentido temporal y continuidad de identidad, para confirmar que eres el mismo Faetón conocido por mi cliente o, en caso de que seas una copia, reconstrucción o simulación, para precisar el grado relativo de correspondencia emocional y mental con que mi cliente debe encararte. El mensaje central en sí…
—Disculpa —interrumpió Faetón—, ¿conocía yo a tu cliente antes que él ingresara en tu Composición?
Amplificó su visión (abriendo longitudes de onda adicionales) para escudriñar los diversos cerebros y grupos cerebrales que flotaban en la sustancia helada.
—El delegado neptuniano produce una declaración emocional de tres órdenes de complejidad, con árboles de memoria asociados para mostrar correspondencia, pero no responde a tu pregunta, la cual juzga antojadiza, desorientadora e inoportuna. Pausa: ¿debo dar más explicaciones sobre la reacción emocional, o continúo con el mensaje central del primer grupo de datos? El proceso se aceleraría considerablemente si compartieras tus códigos de comando y tus bloqueos para darme acceso directo a tus sistemas neurológico y mnemónico; esto me capacitará para descargar archivos en tu mente, y alterar tu temperamento, perspectiva y filosofía para que entiendas a mi cliente tal como él desea ser entendido.
—¡Por cierto que no!
—Se me requirió que preguntara.
—¿Puedes ser más conciso? El hombre sobre quien pregunto es alguien que tal vez me haya ofendido o… bien, este hombre dijo algunas cosas confusas, y… estoy tratando de encontrarlo —concluyó Faetón sin convicción.
—Muy bien. Mi cliente dice:
Yo
(envía, como apéndice, un tratado sobre el significado de la palabra «yo», el concepto del yo, y un compendio bibliográfico sobre sus experiencias vitales y sus cambios en la percepción del yo, con el objeto de definir este término ante ti)
te
(postula una pregunta subjuntiva solicitando que, si no fueras el individuo que él considera que eres, todo esto se deposite en una cadena de memoria secundaria y se considere como una operación no real similar a un pseudomnesia; también requiere una confirmación sellada y autenticada en su memorando registrado, documentando que tú iniciaste el contacto sin su requerimiento)
saludo
(también ofrece comentarios laterales sobre la historia y naturaleza de los saludos, las implicaciones de aquello que significa en este contexto, incluidas las implicaciones legales de infringir la prohibición que le impide establecer contacto contigo).
—¡Alto! Sólo has dicho tres palabras del primer mensaje, y ya es absurdo. ¿Qué prohibición sufre él? ¿Quién la impone? La raza humana es finalmente madura, y tiene sabiduría suficiente para rechazar la coerción como modo de relacionarse. ¿Dónde hay una institución, una Curia, que no sea voluntaria y no se base en la suscripción? Nuestra milicia fue respaldada por donaciones de fideicomisos históricos. ¿Quién tiene derecho a impedir que tu cliente me hable? ¿Quién es tu cliente? Dile que se quite la máscara.
—Mi cliente responde con una declaración de emoción-acción de cuatro órdenes de complejidad, todos en el modo hipotético-subjuntivo, que establece, en breve, que si él tuviera prohibido hablar contigo, puede haber continuando con este argumento hipotético) monitores o directivas que fisgoneen, los cuales, si hubiere tal cosa, no interferirían mientras este discurso se mantuviera dentro de los límites generales del discurso cortés e inocuo. De los setenta y cuatro millones de posibles resultados de esta conversación que mi cliente ha examinado en escenarios predictivos, más de catorce concluyen con alguna interrupción o reacción por parte de Aureliano Sofotec. ¿Quieres examinar el texto completo de la respuesta de mi cliente, examinar los escenarios de extrapolación que él ha calculado, o continúo con mi disquisición sobre el mensaje principal?
Esto era insólito. Faetón se puso la máscara, lo cual indicaba que restauraba una zona de intimidad alrededor, incluso ocultando información que normalmente era pública, como su nombre y apariencia.
—¡Nadie cometería la grosería de invadir nuestra conversación privada sin tener una buena razón!
—Mi cliente desea descargar una rutina de interrogación y debate filosófico para tratar de convencerte de que, aun en las sociedades más esclarecidas y civilizadas, los hombres razonables pueden disentir en cuanto a lo que constituye el bien. Por ejemplo (y él insiste en que habla hipotéticamente), aquéllos que otorgan un valor mayor a la libertad que a la presunta seguridad y significación que brinda la adherencia a la tradición, podrían estar dispuestos a tolerar, o incluso alentar, cierta cantidad de delitos y disturbios, de peligro e incertidumbre.
Faetón sabía griego, latín, inglés, francés y otra media docena de lenguas muertas, así que sabía qué significaba la palabra «delito»; pero nunca la había oído usar salvo como metáfora de rudeza inaceptable, o de obras de arte mal ejecutadas. Una rutina paleolingüística de la mente de la Mansión Radamanto confirmó el sentido original de la palabra y lo insertó en su memoria de corto plazo.
Ordenó que su memoria reprodujera el último mensaje más de una vez para cerciorarse de que no hubiera error. ¿Esta criatura realmente postulaba que el uso de la violencia o el fraude contra seres inocentes se justificaba en cierta medida?
—¿Quieres abrir, al menos, un espacio de retención donde él pueda poner algunos de los árboles conversacionales que ha construido para ti sobre este tema? —insistió el traductor.
—Perdóname si parezco cortante. Pero mi pregunta principal, acerca del hombre que me abordó, aún no fue respondida. ¿Puedes regresar a tu mensaje principal y, por favor, sintetizar la síntesis?
—He aquí una síntesis drásticamente reducida del mensaje principal: «Faetón, te saludo una vez más, aunque has pasado a la sombra de nuestro enemigo, has sido herido en el alma y la mente, y me has olvidado. Ojalá que un día recobremos nuestra plenitud. Paralizado en la mente, quizás ahora no tengas fuerzas para creer en ese gran sueño que una vez sacudió los mundos e imperios de la Ecumene Dorada hasta sus podridos cimientos, ni creerás en qué alta estima te tenemos aún mis camaradas y yo, a pesar de tu traicionera falta de voluntad. Pero créeme: estás atrapado en un laberinto de ilusiones, aunque los escrúpulos o la locura de nuestros enemigos te permitan una esperanza de fuga, una débil melladura, una rendija en el muro de una prisión que lo encierra todo. Ahora debes venir conmigo al mundo exterior, al frío y distante Neptuno, en la oscuridad, donde mengua el poder de la luz del Sol, y de las máquinas de la Ecumene Dorada. Tras largas luchas y conflictos de voluntad, hemos obligado a la ley de la Ecumene Dorada a otorgar a los lejanos exilados un grado de intimidad y libertad mentales no soñadas aquí; nuestros pensamientos no son monitorizados por la benévola tiranía de las maquinas. Una vez allí, podrás ser uno de nosotros. La gran herida de tu alma y tu memoria podrá sanar. Tu cuerpo será cambiado, y será como el nuestro, y tu mente será asimilada por nuestra abarcadora comunión. Pero debes venir de inmediato, sin demora. Abandona a tu esposa, tu vida, tus sueños de riqueza, tu mansión. Abandona todo. Despídete del calor y del Sol, pero ven».