La tierra heredada 2 - Cosecha de esclavos (37 page)

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Authors: Andrew Butcher

Tags: #Ciencia ficcion, Infantil y juvenil, Intriga

BOOK: La tierra heredada 2 - Cosecha de esclavos
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—¿Eh? —El súbito cambio en el tono de voz de Simon sorprendió a Travis.

El chico de las gafas rió. Con frialdad. Le encantaba la confusión del que había sido su protector. Porque ya no tenía sentido seguir fingiendo. Contactar con el comandante Shurion era imposible. Tendría que conformarse con que sus mal llamados amigos descubriesen cómo los había engañado, y saber que él, Simon Satchwell, era más listo que ellos.

—Pues claro que soy el espía de los cosechadores, Travis. Por supuesto que iba a traicionaros. ¿Por qué si no iba a estar rondando por aquí en mitad de la noche? ¿Yendo a por algo para picar?

—¡Simon!

Travis sonaba angustiado y Simon lo disfrutó. Él había sentido aquella emoción en muchas ocasiones. Hacer que otro sufriese el mismo dolor que él era una especie de victoria que le daba fuerzas.

—Fui elegido, Travis. El comandante Shurion me eligió a mí para ser su agente —afirmó impenitente, incluso orgulloso—. Y volveré a ser su agente cuando los cosechadores hagan polvo vuestros Josués y maten a Darion y encuentren este apestoso agujero en la tierra y lo destruyan. Cuando todos vosotros seáis esclavos, yo seré libre. Cuando estéis en el interior de criotubos, yo viviré en la abundancia. Cuando no seáis nada, yo seré alguien.

Travis pensó que aquel no era Simon. No el Simon que él conocía. El adolescente de las gafas parecía estar cambiando ante sus ojos: sus rasgos se retorcían y contorneaban, volviéndose grotescos y crueles, y su boca se convirtió en un rictus de satisfacción. Lo que le hubiese ocurrido a Simon a bordo de la Furion lo había cambiado, lo había roto, y con los pedazos había creado algo nuevo, algo que llevaba la marca de los cosechadores. Una figura consumida por el odio hacia todos aquellos que lo rodeaban. O puede que lo único que hubiesen hecho los alienígenas fuese revelar al auténtico Simon Satchwell, una posibilidad que hizo que Travis se sintiese asqueado.

—Ahora soy alguien, Travis. Fui elegido.

—Llévenselo —gritó el capitán Taber.

Travis contempló, abatido, cómo los soldados sacaban a Simon de la estancia. Sintió la mano de Antony estrechándole el hombro. Escuchó sus palabras.

—Lo siento, Travis.

Y asintió, descorazonado.

—Ambos lo sentimos, Antony. Ambos lo sentimos.

—No me lo puedo creer. No puede ser cierto. —La mirada de Jessica viajaba rápidamente entre Antony y Mel, como si esperase que uno de los dos se rindiese de un momento a otro y admitiese que la revelación de que Simon era un traidor enviado por los cosechadores era una especie de broma retorcida y de mal gusto. Imaginó que Antony debía de tener una buena razón para reunirlos a todos en su habitación antes del desayuno, pero no esperaba que fuese por un motivo como aquel. Travis fue el único que no apareció. Al parecer, estaba ocupado con otro asunto.

—No cabe duda —dijo Antony, con un suspiro—. Le pillamos con las manos en la masa, utilizando el disco de comunicación, y confesó. Peor aún, no mostró el menor remordimiento. Más bien lo contrario, de hecho. Era como si se regodease en su traición. Afectó mucho a Travis, lo digo en serio.

Jessica podía comprenderlo.

—Pero estamos hablando de Simon. Simon Satchwell. Lo conozco.

—La verdad es un asco cuando no encaja con lo que esperabas, ¿eh, Jess? —observó Mel.

Jessica buscó apoyo en Tilo o Richie, pero la pelirroja se limitó a encogerse de hombros, mientras que Richie, sentado en la cama, parecía más dispuesto a mirar a la pared que a los ojos de cualquiera de sus compañeros.

—Pero conozco a Simon desde que teníamos cinco años. Empezamos juntos el colegio. —Jessica empezó a sentir una creciente nostalgia—. Recuerdo cuando mi madre me dijo, susurrando, que tenía que ser buena con el pobre de Simon porque no tenía ni mamá ni papá, e intenté ser maja, pero yo quería ser feliz y Simon siempre parecía muy triste. Quizá podía ver lo que le depararía el futuro.

—Lo dudo —dijo Mel—. Si hubiese visto venir la enfermedad, lo más seguro es que se hubiese ahorcado. Y no hubiese sido el único.

—Pero ¿qué le ha podido conducir a ello? ¿A traicionarnos, quiero decir? —dijo Jessica—. A traicionar a sus amigos.

—Quizá nunca nos vio como tales —sugirió Mel—. No creo que Simon estuviese muy familiarizado con el concepto de la amistad. ¿Tú qué crees, Richie?

—Vete al cuerno, Morticia —dijo sin dejar de mirar a la pared, con sus poderosos hombros caídos.

—¿Le estás echando la culpa a Richie, Mel? —la acusó Jessica—. ¿Por lo que ha hecho Simon? No me parece justo.

—Anda, pues yo creo que es de lo más justo —replicó Mel—. Porque la traición de Simon no ha salido solo de él. Richie estaba ahí, a su lado, para echarle una mano en cada paso… por así decirlo.

—¿De qué hablas, Mel? —Incluso Antony parecía confundido—. Richie no estaba a bordo de la Furion cuando Simon firmó su contrato de Judas con el comandante Shurion.

—Físicamente no —aceptó Mel—. No literalmente, pero su presencia sí que estaba, ¿verdad que sí, grandullón? Estabas en la cabeza del pobre Simon como siempre has estado. ¿Quieres que les cuente a Tilo y a Antony los detalles de tu pasado de matón, basura? ¿Cómo convertiste la vida de Simon en el colegio en un infierno, robándole el dinero, humillándolo, maltratándolo hasta que tenía miedo de su propia sombra, hasta hacer que sospechase y desconfiase de todo y de todos…?

—¿Es eso cierto, Richie? —inquirió Tilo, asombrada—. Ya se veía que Simon y tú no os llevabais bien, pero esto…

—Aun así —protestó Antony—, no le veo la relevancia.

—¿Ah, no? —Mel inclinó la cabeza a un lado—. Entonces tus padres tiraron el dinero mandándote al colegio de pijos, Antony. Pues claro que es relevante. Convirtió a Simon en un traidor. Cada vez que alguien lo llamaba cuatro ojos a gritos, o Simon el Simplón, o cualquier otro apelativo que le adjudicaran en los pasillos, en el patio. Ya te los imaginas. No muy imaginativos, pero no hace falta ser un genio de la creatividad para hacer daño a alguien. Puede que por eso la mayoría de matones sean unos cretinos. Sí, y cada vez que se metía con Simon, cada vez que le daba un tortazo, una patada, cada vez que le ponía la zancadilla o lo provocaba (ya fuese Richie o los imbéciles de sus colegas), cada vez que lloraba y se preguntaba por qué a él, y sí, cada vez que quería morirse, hacían de él alguien con potencial para convertirse en un aliado de los cosechadores. Porque lo que vivimos nos convierte en lo que somos. Tú convertiste a Simon en lo que es. ¿Me oyes, grandullón? —Llegó al otro lado de la habitación con dos zancadas y le dio una colleja a Richie en la nuca, cubierta por su oscuro y corto cabello.

—¡Mel! —Jessica abrió los ojos de par en par.

—¿Me oyes? —Porque el matón no reaccionó—. Hiciste que Simon creyese que todo el mundo lo odiaba. Y ahora Simon odia al mundo entero. Por eso nos traicionó. Es tu culpa, imbécil de mierda. Espero que estés orgulloso de ti mismo. —Mel soltó una breve y sarcástica carcajada—. Aunque también es nuestra culpa. Porque lo consentimos. Porque dejamos que lo maltratases. Porque, a veces, incluso nos uníamos. Así todo era más sencillo, es más fácil burlarse y abusar de alguien sin implicarse.

Richie murmuró algo.

—¡Anda, si habla! —bufó Mel.

—¿Richie? —Tilo lo animó un poco más.

—No… orgulloso. —Sonaba como una radio que estuviese recuperando la frecuencia paulatinamente—. No estoy orgulloso. —Richie se puso en pie, frente a sus compañeros. Su rostro tenía una expresión sombría y sus ojos…, bueno, si no fuesen los ojos de Richie Coker, podría achacarse su rojez a las lágrimas—. No estoy orgulloso de nada de lo que hice antes de la enfermedad. Sé que no me creeréis, por lo menos los que me conocíais entonces, pero si pudiese cambiar lo que hice, lo haría. Lo haría. Pero cuando estaba en el colegio, lo que le hacía a Simoncete me parecía inocente, no sé, para echarse unas risas. No pensaba en qué efecto tendría en él. Él era una víctima fácil, y vamos, que así es como eran las cosas, débiles y fuertes, y no me parecía… no me parecía estar haciendo nada malo.

—Si te lo hubiese parecido, ¿hubieses parado?

Richie agachó la cabeza. El problema no era la pregunta de Antony Clive. El pasado era el pasado y no había forma de cambiarlo. Lo hecho, hecho está. Pero, por Dios, si Morticia tenía razón y la culpa de la traición de Simon era suya… Podría haberlos condenado a todos a la muerte o la esclavitud. A Jessica, a Naughton… a Tilo. ¿Cómo podría subsanar algo así? ¿Cómo podría hacer las cosas bien, al día siguiente o al otro, si tenía la capacidad de controlar cada uno de sus actos? Eso era lo que importaba. Richie haría cualquier cosa para no tener que afrontar una vez más la fría condena escrita en las miradas de quienes lo rodeaban, la hostilidad a la que estaba siendo sometido.

Y Simoncete, cuya vida había sido destrozada, arruinada más allá de cualquier posible solución antes de la enfermedad y de los cosechadores. Por él.

Antes de morir, su madre se avergonzó de él. Quizá, por primera vez, entendió el porqué. Por primera vez, Richie Coker se avergonzó de sí mismo.

Un último intento, pensó Travis. Un último esfuerzo por llegar al viejo Simon, a quien conocía. Antony y Mel podían contarles a los demás todo lo que necesitaban saber sin que Travis se encontrase presente. Para él era más importante intentar que Simon entrase en razón que volviese a unírseles por su propia voluntad. Si fracasaba, entonces harían las cosas al estilo del capitán Taber. Pero haría todo lo posible para conseguirlo.

Se lo debía a Simon.

—No sé a qué has venido, Travis —dijo el muchacho de las gafas con una risa mientras apoyaba la cabeza sobre las manos, tumbado en la cama de la habitación que se había convertido en su celda—, pero estás perdiendo el tiempo.

Parecía que la cosa no iba a ser fácil.

—¿Eso crees? —Travis apoyó la espalda contra la puerta y se cruzó de brazos—. Si no quisieses hablar, podrías haberte negado a verme.

—Me daba la impresión de que ahora soy un prisionero. Hasta que mis nuevos amigos encuentren el modo de llegar aquí y me liberen, de un momento a otro. El caso es que los prisioneros no suelen estar en posición de negarles nada a sus carceleros. Como las víctimas y los matones, Travis, ahora que pienso en ello. Podrías pedirle a Coker información al respecto, ahora que los dos sois íntimos amigos.

—No son tus amigos, Simon.

—Definición de amigo: alguien en quien puedes confiar, alguien de quien puedes depender, alguien que te defenderá. Alguien que está ahí cuando lo necesitas.

—¿Crees que puedes confiar en el comandante Shurion, Simon? —Travis mantuvo un tono de voz calmado, intentando sonar razonable—. No puedes. Te está utilizando. Seguro que eres consciente de ello, en el fondo.

—Pues la verdad es que no.

—Somos tus amigos.

—Oh, claro. Desde luego. —Simon se incorporó y chasqueó los dedos—. Mira que soy tonto. Y en ese «somos» está incluido Richie Coker, la clase de amigo que cualquiera querría, siempre y cuando le gusten las palizas y sufrir años de persecución. Y ese «somos» también incluye a Jessica y a Mel, que apenas llegaban a mirarme a la cara, mucho menos a dirigirme la palabra en el colegio, y que en el mejor de los casos llegaban a tolerarme. Me has convencido, Travis. Del todo, en serio. Menudos colegas con los que me he ido a juntar.

—Yo soy tu amigo, Simon.

—Sí, ya te he oído decir eso antes.

—Lo soy. Puedes confiar en mí. —Sus ojos azules buscaban los del otro chico con urgencia. Le mostró las manos—. Podemos superar esto. Podemos arreglar las cosas con Richie, lo que tú quieras. Pero no te separes de nosotros, Simon. No perteneces a los cosechadores.

Y por un momento, Travis creyó que sus palabras estaban funcionando.

—Confié en ti, Travis. Antes de la enfermedad. Y después, por un tiempo. —Y en ese instante, Simon pareció volver en sí y sus rasgos se suavizaron, recordándole a Travis al chico que fue en el pasado—. Cuando decías que podía fiarme de ti. Cuando dijiste que estarías ahí cuando te necesitase. Encajabas en la definición de amigo. Y eso fue lo que pensé que eras.

Definición de un momento: un periodo de tiempo que pasa rápidamente y que no vuelve jamás.
Travis masculló para sí.

—Pero entonces antepusiste los intereses de Coker a los míos. —El rostro de Simon volvió a ensombrecerse—. En más de una ocasión, te di todas las oportunidades del mundo para hacer lo correcto, Travis, y elegiste ignorarlas. Pero entonces me dejaste tirado a bordo de la Furion, solo y asustado, e iban a matarme. —Se puso en pie, airado y asustado—. Iban a eliminarme como si no fuese nada, como si fuese la mugre de sus zapatos. ¿Y dónde estabas cuando te necesitaba, Travis? ¿Dónde estabas? —Caminó hacia él, gritándole en la cara—. Enrollándote con Tilo o dándole palmaditas en la espalda a Antony, llevándote el mérito de la fuga, ¿qué más da a quién dejases atrás?

—No, Simon. No fue así.

—¿No? ¿No fue eso lo que hizo el bueno de Travis? Es tan valiente. Es tan fuerte. Puedes confiar en que el bueno de Travis defenderá lo que es justo y hará lo correcto. Sí, claro. Cuando le conviene.

—Te equivocas, Simon. Intenté… —El sentimiento de culpa le golpeó como una ola. Le había fallado a Simon. Era un fracasado—. Quería ayudarte…

—Para quedar bien. Para parecer noble e impresionar a las tías…

—No.

—Con Tilo funcionó, a menos que lo que le gustase fuese el puñetazo en la boca. Igual le gusta el rollo duro. Yo que tú tendría vigilados a Tilo y a Richie si estuviese en tu lugar, Trav.

—No digas ni una palabra más, Simon. —Sus puños se apretaron como si actuasen por su cuenta.

—¿Por qué no? ¿Qué pasa, te molesta que te toquen el ego, que te ataquen la autoestima? Porque así es como funcionas, Travis, esa es la razón de tu pose y tus principios y tu moralidad justa y siempre correcta. Hace que te sientas bien contigo mismo. Es pura fachada. Me la jugaste una vez, pero ahora lo veo claro. Veo perfectamente lo que eres. Eres un vanidoso, ¿verdad que sí? Estás borracho de ego y quieres que todos demos un sorbo.

—Eso no es verdad.

—Solo te preocupas por ti. Los demás no te importan una mierda.

—Simon, no…

Una gota de veneno.

—Ni siquiera tu padre muerto.

Y Travis se abalanzó sobre él antes de darse cuenta, y la sangre de Simon estaba en sus nudillos y Simon estaba tumbado sobre el suelo, con un hilillo de color escarlata naciendo de su nariz, mientras observaba divertido al chico que lo había golpeado.

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