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Authors: Francisco Pérez Abellán

Tags: #Ensayo, #Intriga, #Policiaco

¿Quién es el asesino? (3 page)

BOOK: ¿Quién es el asesino?
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La coartada de
Pascual,
uno de los principales sospechosos del crimen, precisa que la tarde del crimen estuvo visitando varios lugares en los que habló de negocios con personas conocidas y que pasó la noche con María, una mujer con la que mantenía relaciones, comunicándosele al día siguiente que su hermano no había dado señales de vida desde la jornada anterior.


Los cajones del taller en los que solía guardar dinero y objetos de valor fueron encontrados descerrajados y, quizá por casualidad, los violentos ladrones
Jaime
y
Miguel
disponían en aquellas fechas de abundante dinero.

• Lucas,
el «Cien kilos», había tenido un encuentro con Félix días antes de su muerte.
Lucas
estaba bebido y lo insultó y amenazó.

• Pascual,
el sospechoso hermano de la víctima, hacía muy poco que había tomado en traspaso un bar al frente del cual puso a María, apodada «la Petra».


La sobrina, Elisa, declaró que se llevaba bien con su tío Félix, pero no se hablaba con
Pascual.


Luisa, la amiga íntima de Félix, manifestó que el fallecido le había dicho que lo tenía todo dispuesto para que si le pasaba algo, sus bienes fueran a parar a ella y a su sobrina, Elisa.

Solución del enigma

Este crimen ocurrió en Zaragoza, el 9 de octubre de 1953, aproximadamente a las tres y media de la tarde. La víctima fue un hombre bueno, Félix Sánchez Peiró, que había tomado la decisión de formalizar su vida casándose con la mujer con la que mantenía relaciones desde hacía tiempo, Luisa Latorre, aunque su sentido de la responsabilidad familiar le indicaba que primero habría de casarse su sobrina, Elisa, hija de un hermano que no es el sospechoso de esta causa. No obstante ya había tomado precauciones para proteger, aún más, a las dos mujeres preparando los papeles necesarios para que sus propiedades les correspondieran a ellas, si algo le pasara. Tal vez molesto por todo esto, y quizá ansioso de apropiarse del taller-garaje que compartían, el hombre que le dio muerte fue su hermano,
Pascual,
de 54 años.

¿Y recibió el castigo que merecía?

La Audiencia Provincial de Zaragoza lo consideró culpable de parricidio y lo condenó a 18 años de prisión.
Pascual,
un hombre con rostro hermético e impasible, era apodado «El Manazas» por su impresionante fuerza física, que se manifestaba en sus grandes y poderosas manos, con las que fácilmente pudo ocultar el cadáver. En su confesión a la policía sólo se mostró preocupado por la condena que pudiera caerle y no por haber cometido tan horrible delito.

La viuda asesinada

U
n hombre que ha estado acechando al otro lado de la calle se decide a subir al primer piso de la finca en la que vive una joven viuda. Es una mujer agraciada. Amante de su casa y de sus hijos, que en ese momento se encuentra sola. La puerta de la vivienda está abierta.

El hombre sube las escaleras en silencio mientras acaricia un revólver que lleva en el bolsillo de su abrigo. Es un individuo elegante al que le gusta ir bien vestido. El arma que deja sentir su peso en el bolsillo derecho es moderna y nueva. En su rostro hay un gesto de crispación que delata su estado violento y decidido. El hombre sube los escalones silenciosamente, procurando que nadie le vea ni le oiga. Su objetivo es sorprender a la mujer.

Arriba, en la casa, mientras el individuo se pone a salvo de todas las miradas, Bonifacia, «Boni», se prepara para salir hacia el hospital donde tiene que someterse a un examen médico por una dolencia crónica.

Ha arreglado todas las habitaciones y se ha vestido para la visita del doctor. Mientras se da los últimos toques en el pelo, y en el rostro, frente al espejo piensa en lo duros que han resultado los últimos años de su vida. Siempre ha sido una mujer con gancho para los hombres. Alta, esbelta, bastante agraciada físicamente. Hace nueve años ya que se quedo viuda, con dos hijos de 13 y 9 años. Oye un ruido y se alarma por que el poco dinero que siempre ha tenido lo guarda en casa. Por eso procura tener la puerta de la entrada bien cerrada. Ahora parece cerrada, pero es una apariencia engañosa porque la hermana de «Boni» acaba de bajar a cumplir un encargo y se ha olvidado de echar la llave y el pestillo. La madera sólo está encajada y cederá a poco que la empujen.

Pero «Boni» se queda convencida de que está segura dentro de su hogar y recuerda cómo nunca se ha acobardado en su larga lucha por sacar a sus hijos adelante. Consiguió meter a los niños en un colegio benéfico donde les daban enseñanza, alojamiento y manutención, y ella logró colocarse en varias casas donde asistía, con lo que consiguió pagar la vivienda y todas las necesidades. Las cosas empezaron a enderezarse y todavía fueron mejor cuando conoció a Alfredo, ebanista, viudo como ella, también con dos hijos, Alfredo, de 18 años, y María, de 15. La soledad en la que peleaba le hizo fijarse en las cualidades de Alfredo y le decidió a reconstruir su hogar aceptando las relaciones maritales que el ebanista le propuso. Fue una unión que pretendía conseguir la figura de un padre, sustituto del fallecido, y de un marido que ayudara a gobernar el hogar. En la casa convivían la pareja, el hijo mayor de Alfredo, un muchacho que se había hecho ebanista como el padre, y los dos hijos de la primera unión de «Boni». El hijo mayor con frecuencia intervenía apaciguador en las desavenencias del padre y la madrastra. Pero no obstante, recuerda «Boni» frente al espejo, los buenos oficios del muchacho no fueron suficiente. En esa fecha hace exactamente cuatro años que tras una borrascosa pelea, los dos viudos que no llegaron a legalizar su unión tomaron la determinación de separarse. Sin propósito ni de él, ni de ella, de reconciliarse. «Boni» recuerda que, pese al mal genio, Alfredo era un hombre de una pieza con el que pasó algunos buenos momentos inolvidables. Sonríe y es en ese instante cuando se da cuenta de que no está sola en la estancia. El hombre que ha entrado en la casa se sorprende también y la apunta con un revólver. Ella le ruega por sus hijos que no le haga nada. Está guapa, arreglada para salir. El traje nuevo resalta sus formas. Es una mujer madura que no ha perdido las gracias de la juventud. Su mirada todavía es capaz de turbar a un hombre; aquel que la apunta con el arma titubea, duda, da un traspié, se turba; y como movido por un resorte, se acerca con rapidez a ella y casi «a cañón tocante» aprieta el gatillo. Dos disparos seguidos le atraviesan la región occipital.

«Boni» cae prácticamente muerta al suelo. El hombre se aparta rápido de ella.

Una mujer atractiva, una joven viuda ha sido asesinada, pero ¿por qué la han matado?

¿Quién es el asesino?

Sospechosos

• Emilio,
«el Trueno», un sujeto de mala vida, fichado por la policía, que estaba enamorado de «Boni» sin ser correspondido. Pudo matarla por despecho o tal vez para robarle.

• Alfredo,
el hijo mayor del viudo que había vivido con «Boni», al que ésta había echado de casa. Pudo asesinarla por odio o por algún otro oscuro motivo.
Alfredo
intentó hacerse con el mando de la casa cuando su padre se separó de «Boni», pero la madrastra no lo permitió.

Pistas


En la casa no había nada de valor. Quizá porque se lo habían llevado.


«Boni» debía acudir la mañana del crimen a una cita en el hospital para que la examinaran de una afección en el hígado. Creía que tendría que ser ingresada, por lo que estaría ausente de su casa. Por eso había repartido a los hijos al cuidado de familiares y estaba sola en la vivienda preparándose para salir.


En el momento en el que subió el criminal no había nadie en la escalera. Ni nadie del primer piso escuchó los pasos en los peldaños como sucedía otras veces.

Más sobre los sospechosos

• Emilio,
«el Trueno», había comprado un revólver nuevo, de reciente fabricación, días antes de la muerte de «Boni». La policía suponía que había participado en varios robos a viudas.

• Alfredo,
el hijastro de «Boni», cuando su padre abandonó la casa de la madrastra, aunque él ya había cumplido 26 años, decidió quedarse porque se encontraba mejor allí que con su padre.

Posibles móviles

Los interrogantes que se barajaron en este caso fueron los siguientes: ¿Fue el motivo una exaltación pasional? ¿Sufrió el criminal un ataque de locura? ¿Actuó bajo un desesperado afán de lograr aquello que le había desengañado?

Más pistas


Entre el asesino y su víctima se produjo un diálogo cuyos perfiles se desconocen.


Alfredo, el viudo que mantuvo una larga relación con «Boni», tenía buenos antecedentes.


De la unión de los viudos nacieron dos hijos que quedaron al cuidado de «Boni», de mutuo acuerdo con su pareja.


Aunque Alfredo y «Boni» pensaron en casarse no lo llevaron a cabo por no perder las becas de los colegios de los niños.


María, la hija mayor de Alfredo, no fue nunca obstáculo porque desde muy joven estaba encariñada con unos tíos carnales con los que convivía.


«Boni», que era una mujer formal y decente, nunca le dio pie a
Emilio,
«el Trueno», para que se tomara ninguna clase de libertades, pero el carácter agresivo y violento de éste podía provocar un triste desenlace en cualquier momento.


Al principio, «Boni» no opuso resistencia ni impedimento a que el joven
Alfredo,
su hijastro, se quedara con ella. El padre del muchacho tampoco vio inconveniente alguno.


Pero todo el mundo se hacía una pregunta: ¿Qué sentimientos abrigaba el muchacho para adoptar semejante actitud de quedarse con su madrastra prefiriéndolo a hacerle compañía a su padre?


Probablemente el padre de
Alfredo
era mucho más rígido y exigente que «Boni» en todos los aspectos.

Más sobre los sospechosos

• Emilio,
«el Trueno», solía beber y cuando lo hacía, le sobrevenían crisis de violencia. No permitía que nadie dudara de su capacidad de seducir a las mujeres. En más de una ocasión había amenazado a alguna con pegarle un tiro en la cabeza cuando se negaban a sus requerimientos.

• Alfredo
continuó su existencia con sus hermanastros y su madrastra, realizó extraordinarios progresos en su oficio, se acreditó como un operario serio, respetuoso y con gran capacidad de trabajo. Después de dos años fue nombrado encargado del taller en el que trabajaba.

Más pistas


Durante un tiempo bastante largo, los ingresos se multiplicaron en la casa de «Boni».
Alfredo
trabajaba en su oficio con sus dos hermanastros y todos ayudaban económicamente para criar a los dos pequeños en armonía, sosiego y tranquilidad.


Con los asuntos económicos viento en popa, «Boni» echaba a veces de menos a un hombre en el que apoyarse sentimental y afectivamente.

• Emilio,
«el Trueno», con esa capacidad suya para rondar a las mujeres, especialmente a las viudas, de quienes solía aprovecharse, supo descubrir que «Boni» después de su desengaño sentimental tal vez necesitara un hombre como él, fuerte y dominador. O eso pensaba.


Siete meses antes del crimen, sin explicación alguna, «Boni» exigió que el joven
Alfredo,
su hijastro, abandonara la casa para siempre. ¿Qué había pasado? ¿Cuál era el grave motivo que llevó a «Boni» a tomar tal determinación? ¿Faltaba dinero en la casa? ¿Había variado el comportamiento de
Alfredo
con sus hermanastros? ¿Trataba a su madrastra de distinta forma?


La actitud de
Alfredo,
hasta entonces seria y correcta, al salir del piso de «Boni» se trastocó. Llegó incluso a lanzar veladas amenazas a su madrastra.

Más sobre los sospechosos

• Emilio,
«el Trueno», había atado y golpeado a una mujer y se le creía autor de al menos un atraco. Pero no había pruebas para detenerle ni para culparle como sádico agresor de mujeres. Lo único que ni él mismo negaba era su fijación por perseguir a las viudas.

• Alfredo,
unos meses antes del crimen, el domingo de Resurrección, sufrió algo muy desagradable. Trabajó hasta muy tarde el sábado y el dueño del taller le invitó, a él y a otros obreros, a tomar un bocado y unas cervezas. Al terminar,
Alfredo
se sintió enfermo. En el camino a su casa perdió el conocimiento y alguien le quitó la ropa y el jornal que había cobrado. Al amanecer lo encontraron tirado en una esquina, inmóvil y sin habla. Pasó veinticuatro horas inconsciente. Al recuperarse, lo que sucedió tres días después, no recordaba nada. No sabía lo que le había ocurrido.

Más pistas


Una hermana de «Boni», Demetria, de 60 años, también viuda, que en el momento del crimen vivía con la víctima, aunque había ido a cumplir un recado, le preguntó a «Boni» qué había sucedido, por qué había hecho que su hijastro abandonara la casa. En un principio, «Boni» no quiso responderle.


Finalmente, rendida ante la insistencia de su hermana, le confesó que su hijastro trataba de mantener con ella relaciones amorosas.


Todos cuantos supieron la historia del acoso sexual del hijastro tranquilizaron a la viuda asegurándole que
Alfredo
no sería capaz de agredirla.


La mañana del lunes en el que sucedió el crimen,
Emilio,
«el Trueno», estuvo en paradero ignorado. Quienes le conocían supusieron que muy bien podía haber ido al asalto de alguna mujer indefensa. Por ejemplo, conocía las condiciones de «Boni» y sus preparativos para dejar la casa durante un tiempo, el que seguramente necesitaría a fin de estar en observación en el hospital. Tal vez habría hecho acopio de dinero porque la mujer querría que sus hijos estuvieran bien atendidos mientras ella estaba fuera. El dinero que hubiera reunido lo tendría quizá encima porque hasta el último momento lo habría guardado para dárselo a sus familiares en presencia de los hijos mayores. «Boni» era muy cuidadosa con el dinero.

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