Trilogía de la Flota Negra 2 Escudo de Mentiras (3 page)

BOOK: Trilogía de la Flota Negra 2 Escudo de Mentiras
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—No cuento con que puedan aguantarla —replicó Lando—. Me conformo con no perder ningún recurso consumible..., o el uso de mi mano. Nuestra situación ya es lo bastante difícil sin necesidad de que la agravemos.

¿Has conseguido sacar algo en claro de los datos de Erredós?

—Creo que he logrado calcular cuál era nuestro rumbo antes del salto con un margen de error de más menos medio grado —dijo Lobot, y recitó las cifras—. Pido disculpas por la imprecisión.

—Eso nos colocaría en un curso hacia el Sector Uno-Cinco-Uno —dijo Lando.

—Sí. El límite se encuentra a ocho años luz de nuestra posición original.

—¿Hay alguien en el Cincuenta y uno que pueda estar en condiciones de ayudarnos?

—Lo siento —dijo Lobot—. Erredós sólo puede proporcionar datos de navegación. No disponemos de ningún dato geopolítico o sociológico.

Lando asintió

—Deja de disculparte por lo que no estás en condiciones de proporcionarme, ¿de acuerdo? No podemos perder ni un segundo. ¿Qué parte de ese camino está despejada?

—La imprecisión en el curso se va volviendo más significativa a medida que nos alejamos de su inicio, por supuesto —dijo Lobot—. El cuerpo más cercano que se encuentra lo suficientemente cerca de la parte central de la trayectoria de vuelo y tiene una sombra gravitatoria lo bastante grande para obligar a una nave a salir del hiperespacio está a cuarenta y uno coma cincuenta y tres años luz de distancia.

Lando frunció el ceño.

—Eso no me sirve de mucho. Vamos a darle la vuelta a la pregunta... ¿Qué distancia hay hasta el punto de esta trayectoria de vuelo que se encuentra más alejado de todo lo demás?

Lobot cerró los ojos y se concentró. Pero la respuesta llegó de Erredós, y lo hizo bajo la forma de una larga serie de pitidos y trinos electrónicos.

—Erredós dice que quedan por recorrer doce coma nueve años luz antes de que esta nave entre en la región más aislada de la trayectoria de vuelo —tradujo Cetrespeó—. Cuando lleguemos a ese punto de la trayectoria, no habrá ningún cuerpo cartografiado más grande que un cometa de clase cinco dentro de un radio de casi nueve años luz en cualquier dirección.

—Parece un buen sitio para hacer un cambio de rumbo —dijo Lando—, y además queda lo bastante lejos para que dispongamos de un poco de tiempo y podamos hacer algo.

—Pero no sabemos qué velocidad puede alcanzar esta nave dentro del hiperespacio —observó Lobot—. Esa región podría estar a doce horas de viaje, o a ocho, o a seis..., o incluso menos. El límite superior convencional para la velocidad alcanzable en el hiperespacio podría ser de una naturaleza más tecnológica que teórica. Y también hay algo más...

—¿Qué?

—Si esa sombra gravitatoria que se encuentra a cuarenta y un años luz de aquí no nos obliga a salir del hiperespacio, cuando la hayamos dejado atrás estaremos siguiendo una trayectoria directa hacia la frontera de la Nueva República, en la dirección general de Phracas, en el Núcleo.

—Más razón para no quedarnos cruzados de brazos esperando a que ocurra algo —replicó Lando—. ¿Qué has averiguado, Erredós?

Erredós emitió un pitido que Cetrespeó se encargó de traducir.

—Erredós dice que no hay ningún orificio que permita la entrada de atmósfera en la cámara, amo Lando.

—¿Cómo? Bueno, pero entonces... ¿Cómo se las han arreglado para represurizar la cámara?

—Según Erredós, los gases atmosféricos están atravesando los mamparos molécula a molécula. Dice que la mayor parte de la superficie del compartimiento está tomando parte en ese proceso.

—A ver si lo he entendido bien. ¿Me estás diciendo que esos mamparos son porosos?

Erredós respondió con un breve canturreo, y Cetrespeó le dio la respuesta que había pedido.

—No, amo Lando. Erredós dice que las moléculas de gas sencillamente aparecen en la superficie.

—Qué curioso... —murmuró Lobot—. Me pregunto si los mamparos podrían estar produciendo esos gases atmosféricos.

—¿Hay alguna zona que parezca estar más involucrada en ese proceso que el resto, Erredós? —preguntó Lando.

El pequeño androide se impulsó hasta el centro de la cámara con los chorros de sus toberas e iluminó una banda que se extendía a través del mamparo interior con un haz de luz anaranjada emitido por su proyector holográfico.

—Entendido. Y ahora infórmame de tus progresos, Cetrespeó.

El androide dorado ladeó la cabeza.

—Señor, hasta el momento he intentado comunicarme con los dueños de esta nave en once mil cuatrocientos sesenta y tres lenguajes y he ofrecido nuestras más humildes disculpas y solicitado ayuda en todos ellos. No se ha producido réplica alguna en ninguna de las bandas que soy capaz de detectar.

—Y esos seis millones de lenguajes tuyos... ¿No incluirán por casualidad el qella?

—Desgraciadamente no, amo Lando.

—¿Dispones de alguna información, sea de la clase que sea, sobre el lenguaje de los qellas? Quizá está relacionado con algún otro lenguaje que sí dominas con tu habitual fluidez..., de la misma manera en que si conoces el torrockano puedes moverte sin demasiados problemas por Thobek o Wehttam.

—Lo siento, amo Lando. No dispongo del más mínimo dato al respecto.

—¿Y qué me dices de usar un criterio geográfico?

—Señor, ése es uno de los procedimientos estándar de primer contacto cuando se intenta establecer contacto con lenguajes regionales en aquellos casos en los que la lengua nativa es desconocida —dijo Cetrespeó, casi con una sombra de indignación en la voz—. Empecé con los ochocientos setenta y tres lenguajes hablados en el sector donde se encuentra Qella, y después seguí con los tres mil doscientos siete lenguajes que tienen conexiones directas con esas familias lingüísticas.

—¿Y ahora te estás limitando a ir desde la A hasta la Z con los demás?

—Continúo con el proceso guiándome por el criterio de proximidad astrográfica.

—¿Cuánto tardarás en haber probado suerte con todos los lenguajes?

—Un momento, amo Lando... Eh... Sí. Reduciendo el tiempo de espera al mínimo especificado por mis protocolos, podré completar la serie inicial en cuatro coma dos días estándar.

—Ya... Más o menos lo que me imaginaba, ¿eh? —dijo Lando—. Saca el desintegrador industrial del trineo del equipo, Lobot. Vamos a tener que fabricarnos nuestra propia puerta.

El almirante Hiram Drayson estaba sentado sobre el borde de su escritorio y estudiaba con expresión sombría el informe de contacto definitivo que el coronel Pakkpekatt había enviado desde Gmar Askelon.

Las grabaciones de los navíos localizadores eran tan espectaculares como alarmantes. Unos instantes antes de que el Vagabundo iniciara su veloz huida, un anillo formado por seis protuberancias redondeadas —Drayson pensó que serían nódulos acumuladores o irradiadores de haz— había aparecido en el extremo delantero de la nave. Una cegadora luz azulada empezó a bailotear sobre la proa.

Unos instantes después, dos haces gemelos de energía surgieron de dos de los nódulos y surcaron velozmente el vacío espacial entre el Vagabundo y el
Dama Afortunada
, separándolos en una fracción de segundo. Otro par de haces brotó de otros dos nódulos, acuchilló el espacio y se abrió paso a través del generador del campo de interdicción instalado en la quilla del
Kauri
. El estallido del generador, que estaba cargado hasta el máximo de su capacidad, destruyó el compartimiento energético del
Kauri
y dejó la nave envuelta en llamas y varada en el espacio.

El Vagabundo empezó a moverse en cuanto el
Kauri
hubo quedado neutralizado, ejecutando un rápido viraje para alejarse del
Dama Afortunada
y acelerando a toda velocidad para dejar atrás la posición ocupada por el navío generador incapacitado sin que los interdictores restantes, que se encontraban demasiado lejos, pudieran hacer nada para impedírselo. La huida terminó con el Vagabundo desvaneciéndose en el centro de un cono hiperespacial cuando sólo habían transcurrido cuarenta y dos segundos desde su comienzo.

El balance final del intento de contacto era el siguiente:

Un hurón robotizado destruido.

Un navío generador totalmente incapacitado y abandonado con un total de veintiséis bajas, entre las que había seis muertos debido a la destrucción del compartimiento energético.

Un yate recuperado y devuelto a un punto de atraque en el casco del
Glorioso
, intacto salvo por leves daños en la escotilla primaria.

Un abordaje del objetivo llevado a cabo con éxito.

Un intento de huida coronado por el éxito llevado a cabo por el objetivo.

Una armada expedicionaria dispersa por el espacio, con cuatro naves persiguiendo el objetivo y las demás ejerciendo funciones de ambulancia o de vehículo de recogida de restos y limpieza.

Y un guante de uno de los trajes usados por el equipo de contacto —un guante de la mano derecha y de la talla de Lando, para ser exactos— encontrado entre los restos recuperados..., y eso era lo que tenía más preocupado a Drayson.

El informe también contenía alguna información positiva. Ya no cabía ninguna duda de que el armamento del Vagabundo estaba basado en un principio de adición: la intersección de dos o más haces causaba los daños, probablemente a través de alguna clase de resonancia armónica. A menos que hubiera más nódulos de armamento ocultos en la parte central de la nave, el Vagabundo no podría enfrentarse a más de seis objetivos al mismo tiempo. De hecho, cuatro naves repartidas en una formación lo bastante espaciada posiblemente bastarían para dejarlo indefenso.

Pero antes Pakkpekatt tendría que volver a encontrar al Vagabundo..., y la última vez esa labor había exigido dos años.

Drayson hizo aparecer un gráfico de la persecución en la pantalla y lo estudió atentamente. Tres naves estaban avanzando a toda velocidad hacia posiciones de búsqueda situadas a lo largo de la última trayectoria del Vagabundo: el
Rayo
se apostaría a diez años luz de distancia, el
Glorioso
a veinte y el
Merodeador
a treinta. El plan improvisado a toda prisa que estaban siguiendo les había encomendado la misión de lanzar boyas sensoras provistas de repetidores de hipercomunicación en esos puntos de entrada, después de lo cual tendrían que empezar a ejecutar saltos hiperespaciales muy cortos que los llevarían fuera de los límites de alcance de los sensores y que tal vez les permitirían divisar a su presa.

La precisión del plan no ocultaba sus debilidades: sus escasas probabilidades de éxito dependían de que el Vagabundo hiciera un solo salto hiperespacial no muy largo. Si hacía un primer salto corto y a continuación ejecutaba otro salto siguiendo otra trayectoria, allí donde no había ni ojos para verlo ni sensores para detectar su presencia; o si daba un primer salto de cincuenta, cien o quinientos años luz, yendo más allá de las fronteras de la Nueva República y adentrándose en el caos del Núcleo...

Drayson sabía que el coronel Pakkpekatt había enviado un mensaje urgente al Servicio de Inteligencia de la Nueva República y al Departamento de la Flota solicitando más naves antes de que el
Glorioso
hiciera su primer salto desde Gmar Askilon. También estaba casi seguro de cuál sería la respuesta que obtendría.

—La única posibilidad real que tenemos de atrapar al Vagabundo está en tus manos, Lando —murmuró Drayson—. Debes ayudarnos a encontrarle.

Pero Drayson no era el tipo de hombre capaz de abandonar a alguien a quien había metido en una situación peligrosa. Sus dedos bailotearon velozmente sobre su controlador e hicieron aparecer en la pantalla un inventario de los recursos con que Alfa Azul contaba en el Sector 151. Drayson quizá no pudiera hacer gran cosa, pero haría lo que pudiera..., y siempre había alguna manera de alterar las probabilidades a tu favor.

El Consejo de Seguridad e Inteligencia del Senado se regía por unas costumbres bastante parecidas a las de las instituciones sobre las que reinaba. No anunciaba sus reuniones, no emitía comunicados o informes públicos y se reunía únicamente en sesión cerrada en la Sala 030, un recinto meticulosamente protegido que se encontraba en las profundidades de los subsolanos del antiguo Palacio Imperial.

Los siete miembros del Consejo defendían tan celosamente el secreto que, en el dialecto del básico hablado en Coruscant, la frase «el orden del día del CSI» se había convertido en una manera de referirse a lo inalcanzable, a ese artículo imposible que jamás habría forma alguna de adquirir. Los pretendientes rechazados por su amada se entregaban a la desesperación diciendo que «tenían más posibilidades de llevarse el orden del día del CSI a casa». Los subordinados a los que se había encomendado una tarea abrumadora podían consolarse a sí mismos pensando que siempre habría podido ser peor, ya que además su superior podría haber querido un orden del día del CSI.

Incluso Drayson se había encontrado con notables dificultades cuando intentó averiguar si el CSI daría una respuesta afirmativa a la solicitud de Pakkpekatt..., y cuando por fin logró enterarse de que el CSI había decidido celebrar una de sus sesiones, ya era demasiado tarde para que pudiera enterarse de lo que se diría en ella.

—El último tema del orden del día es la expedición de Telkjon —dijo el general Carlist Rieekan—. ¿Puedo dar por sentado que todos han recibido sus copias del informe? —Esperó unos momentos y, al no escuchar ninguna negativa, siguió hablando—. Iniciemos la discusión, por favor.

El senador Krall Praget de Edatha, presidente del CSI, se recostó en su sillón y deslizó los dedos por entre la fina capa de vello que cubría su cráneo.

—¿Qué hay que decidir? La misión fracasó, y eso es todo. Olvidémonos de ese asunto.

—Lando Calrissian y su equipo siguen a bordo del Vagabundo —le recordó afablemente Rieekan.

—¿Y qué razones tiene para pensar que siguen con vida? —preguntó Praget—. ¿Acaso cree que un capitán de navío que actuó de una manera tan firme y decidida como lo hizo el capitán del Vagabundo cuando escapó cometería el error de no expulsar a unos intrusos con idéntico vigor?

—Es posible que hayan sido hechos prisioneros —dijo Rieekan—. Incluso es posible que lograran evitar ser capturados.

Praget alargó una mano hacia su cuaderno de datos.

—¿Cómo explica la presencia de ese guante de un traje de contacto que los equipos de recuperación encontraron flotando en el espacio? Creo que pertenecía a Calrissian, ¿no?

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