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Authors: Gilles Deleuze

Tags: #Filosofía

Spinoza: filosofía práctica (3 page)

BOOK: Spinoza: filosofía práctica
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BIBLIOGRAFÍA

Spinoza publicó las dos obras siguientes:
Primera y segunda parte de los Principios de la filosofía de René Descartes, demostrados a la manera de los geómetras
,
seguidas de los Pensamientos Metafísicos
(1663, en latín);
Tratado teológico-político
(1670, en latín).

Spinoza había escrito también, sin llegar a publicarlos por distintas razones:

1650-1660:
Breve tratado de Dios, del hombre y de su beatitud.
Se trataba en un principio de una exposición en latín. Pero sólo conocemos dos manuscritos holandeses que son como notas de un oyente, en algunas de cuyas partes había podido colaborar el propio Spinoza. El conjunto parece reunir elementos de fechas diferentes, siendo sin duda el «Primer diálogo» el más antiguo.

1661:
Tratado de la reforma del entendimiento,
en latín. Este libro quedó inacabado. Spinoza comienza también la redacción de la
Ética:
es probable que determinadas tesis de la
Ética,
principalmente sobre las «nociones comunes», le hicieran considerar el
Tratado
como ya superado.

1661-1675:
La Ética.
Libro acabado, en latín, cuya publicación Spinoza prevé para 1675. Renuncia a ello por motivos de prudencia y seguridad.

1675-1677:
Tratado político.
Libro no acabado, en latín. En fechas poco precisas Spinoza escribe en holandés dos breves tratados,
Cálculo de probabilidades
y
Tratado del arco iris.
Y, en latín, un
Compendio de gramática hebrea,
incompleto.

Desde 1677 aparecen las
Opera posthuma,
que contienen gran número de cartas, así como el
Tratado de la reforma,
la
Ética,
el
Tratado político
y el
Compendio.

Las dos grandes ediciones son la de Van Vio ten y Land (1882-1884) y la de Gebhardt (1925).

Las principales traducciones al francés son: para la mayor parte de la obra, la de Appuhn (Garnier) y la de Caillois, Francés y Misraki (la Pléiade); para la
Ética
, la bellísima traducción de Guérinot (Pelletan); para el
Tratado de la reforma,
la de Koyré (Vrin). El
Compendio de gramática hebrea
, que contiene observaciones extremadamente preciosas sobre el sujeto, el atributo, el modo y las verdaderas formas en hebreo, fue traducido por Joél y Jocelyne Askénazi, con un prefacio de Alquié (Vrin).

Martial Gueroult publicó un comentario sistemático de la
Ética,
proposición por proposición; dos tomos han aparecido hasta ahora, que corresponden a los dos primeros libros de
La ética
(Aubies-Montaigne).

Los tres textos básicos sobre la vida de Spinoza son: el de Lucas, admirador confuso que asegura haber conocido a Spinoza; el de Colerus, comedido; el de Pierre Bayle, hostil y caricaturesco. Las dos grandes biografías clásicas son la de Freudenthal (1899) y la de Dunin-Borkowski (1933-1936).

Se encontrará una descripción de los presuntos retratos de Spinoza, datos biográficos, manuscritos y ediciones, en un catálogo del Instituto Neerlandés de París
(Spinoza, troisiéme centenaire de la mort du philosophe,
1977).

En castellano se han publicado las siguientes obras de Spinoza:

Ética,
traducción de Angel Rodríguez Bachiller, Ed. Aguilar (1961)

Ética,
traducción de Vidal Peña García, Ed. Nacional (1980).

Tratado teológico-político,
traducción de Emilio Reus Baha-monde, Ed. Sígueme (1976).

Tratado teológico-político. Tratado político,
Ed. Tecnos (1966).

2. Sobre la diferencia entre la ética y una moral

Ningún filósofo fue más digno, pero tampoco ninguno fue más injuriado y odiado. Para comprender el motivo no basta con tener presente la gran tesis teórica del spinozismo: una sola substancia que consta de una infinidad de atributos,
Deus sive Natura
, las «criaturas» siendo sólo modos de estos atributos o modificaciones de esta substancia. No basta con mostrar cómo el panteísmo y el ateísmo se combinan en esta tesis negando la existencia de un Dios moral, creador y trascendente; es necesario más bien comenzar con las tesis prácticas que hicieron del spinozismo piedra de escándalo. Estas tesis implican una triple denuncia: de la «conciencia», de los «valores» y de las «pasiones tristes». Son las tres grandes afinidades con Nietzsche. Y, todavía en vida de Spinoza, son las razones por las que se le acusa de
materialismo
, de
inmoralismo
y de
ateísmo.

1. Desvalorización de la conciencia (en beneficio del pensamiento): Spinoza, materialista

Spinoza propone a los filósofos un nuevo modelo: el cuerpo. Les propone instituir al cuerpo como modelo: «No sabemos lo que puede el cuerpo…». Esta declaración de ignorancia es una provocación: hablamos de la conciencia y de sus decretos, de la voluntad y de sus efectos, de los mil medios de mover el cuerpo, de dominar el cuerpo y las pasiones, pero
no sabemos ni siquiera lo que puede un cuerpo
.
[12]
A falta de saber, gastamos palabras. Como dirá Nietzsche, nos extrañamos ante la conciencia, pero «más bien es el cuerpo lo sorprendente…».

Sin embargo, a una de las tesis teóricas más célebres de Spinoza se la conoce por el nombre de
paralelismo;
no consiste solamente en negar cualquier relación de causalidad real entre el espíritu y el cuerpo, sino que prohíbe toda primacía de uno de ellos sobre el otro. Si Spinoza rechaza cualquier superioridad del alma sobre el cuerpo, no es para instaurar una superioridad del cuerpo sobre el alma, que tampoco sería inteligible. La significación práctica del paralelismo se hace patente en el vuelco del principio tradicional sobre el que se fundaba la Moral como empresa de dominio de las pasiones por la conciencia: cuando el cuerpo actuaba, el alma padecía, se afirmó, y el alma no actuaba sin que el cuerpo padeciese a su vez (regla de la relación inversa, cf. Descartes,
Tratado de las pasiones,
artículos 1 y 2). Según la
Ética
, por el contrario, lo que es acción en el alma es también necesariamente acción en el cuerpo, y lo que es pasión en el cuerpo es también necesariamente pasión en el alma.
[13]
Ninguna primacía de una serie sobre la otra. Entonces, ¿qué quiere decir Spinoza cuando nos invita a tomar el cuerpo como modelo?

Se trata de mostrar que el cuerpo supera el conocimiento que de él se tiene,
y que el pensamiento supera en la misma medida la conciencia que se tiene de él.
No hay menos cosas en el espíritu que superan nuestra conciencia, que cosas en el cuerpo que superan nuestro conocimiento. Sólo por un único e igual movimiento llegaremos, si es que es posible, a captar la potencia del cuerpo más allá de las condiciones dadas de nuestro conocimiento, y a captar la potencia del espíritu más allá de las condiciones dadas de nuestra conciencia. Se busca la adquisición de un conocimiento de los poderes del cuerpo para descubrir
paralelamente
los poderes del espíritu que escapan a la conciencia, y así
comparar
estos poderes. En resumen, según Spinoza, el modelo corporal no implica desvalorización alguna del pensamiento en relación a la extensión, sino algo mucho más importante, una desvalorización de la conciencia en relación al pensamiento; un descubrimiento del inconsciente, de un
inconsciente del pensamiento
, no menos profundo que lo
desconocido del cuerpo.

Ocurre que la conciencia es naturalmente el lugar de una ilusión. Su naturaleza es tal que recoge los efectos pero ignora las causas. El orden de las causas se define por lo siguiente: cada cuerpo en su extensión, cada idea o cada espíritu en el pensamiento están constituidos por relaciones características que subsumen las partes de este cuerpo, las partes de esta idea. Cuando un cuerpo «se encuentra con» otro cuerpo distinto, o una idea con otra idea distinta, sucede o bien que las dos relaciones se componen formando un todo más poderoso, o bien que una de ellas descompone la otra y destruye la cohesión entre sus partes. En esto consiste lo prodigioso, tanto del cuerpo como del espíritu, en estos conjuntos de partes vivientes que se componen, y se descomponen siguiendo leyes complejas.
[14]
El orden de las causas es así un orden de composición y descomposición de relaciones que afecta sin límite a la naturaleza entera. Pero nosotros, en cuanto seres conscientes, nunca recogemos sino los
efectos
de estas composiciones y descomposiciones; experimentamos
alegría
cuando un cuerpo se encuentra con el nuestro y se compone con él, cuando una idea se encuentra con nuestra alma y se compone con ella, o, por el contrario,
tristeza
cuando un cuerpo o una idea amenazan nuestra propia coherencia. Nuestra situación es tal que sólo recogemos «lo que le sucede» a nuestro cuerpo, o «lo que le sucede» a nuestra alma, es decir, el efecto de un cuerpo sobre el nuestro, el efecto de una idea sobre la nuestra. Pero de nuestro cuerpo conforme a su relación propia y de nuestra alma conforme a su relación propia, de los otros cuerpos y de las otras almas o ideas conforme a sus respectivas relaciones, a las reglas por las que se componen y se descomponen todas estas relaciones, de todo esto nada sabemos en el orden dado de nuestro conocimiento y de nuestra conciencia. En pocas palabras, las condiciones en que conocemos las cosas y somos conscientes de nosotros mismos nos condenan a
no tener más que ideas inadecuadas,
confusas y mutiladas, efectos separados de sus propias causas.
[15]
Por eso no podemos pensar que los niños son felices, o perfecto el primer hombre; pues ignorantes de causas y naturalezas, reducidos a la conciencia del acontecer, condenados a sufrir efectos cuya ley no llegan a comprender, son los esclavos de cada cosa, ansiosos e infelices en la medida de su imperfección. (Nadie se ha opuesto como Spinoza a la tradición teológica de un Adán perfecto y feliz.)

¿Cómo calma su angustia la conciencia? ¿Cómo Adán llega a imaginarse feliz y perfecto? Gracias a que se opera una triple ilusión. Puesto que sólo recoge efectos, la conciencia remediará su ignorancia trastocando el orden de las cosas, tomando los efectos por las causas
(ilusión de las causas finales):
del efecto de un cuerpo sobre el nuestro hará la causa final de la acción del cuerpo exterior, y de la idea de este efecto, la causa final de sus propias acciones. Desde este momento, se tomará a sí misma por causa primera, alegando su poder sobre el cuerpo
(ilusión de los decretos libres).
Y allí donde ya no le es posible a la conciencia imaginarse ni causa primera ni causa organizadora de los fines, invoca a un Dios dotado de entendimiento y de voluntad que, mediante causas finales o decretos libres, dispone para el hombre un mundo a la medida de su gloria y de sus castigos
(ilusión teológica
).
[16]
E incluso no basta con afirmar que la conciencia se hace ilusiones; pues es inseparable de la triple ilusión que la constituye: ilusión de la finalidad, ilusión de la libertad, ilusión teológica. La conciencia es sólo un soñar despierto. «Así es como un niño cree desear libremente la leche; un joven furioso, la venganza; y un cobarde, la huida. Un borracho también cree decir, por un libre decreto del espíritu, lo que sereno nunca querría haber dicho.»
[17]

Aun urge que la misma conciencia tenga una causa. Spinoza define ocasionalmente el deseo como «el apetito con conciencia de sí mismo». Pero precisa que se trata solamente de una definición nominal del deseo, y que la conciencia nada añade al apetito («no nos inclinamos por algo porque lo consideramos bueno, sino que, por el contrario, consideramos que es bueno porque nos inclinamos por ello»).
[18]
Por lo tanto, hay que llegar a una definición real del deseo que muestre a un tiempo la «causa» por la que la conciencia parece abrirse en el proceso del apetito. Ahora bien, el apetito no es más que esfuerzo por el que cada cosa se esfuerza en perseverar en su ser, cada cuerpo en la extensión, cada alma o cada idea en el pensamiento
(conatus).
Pero puesto que este esfuerzo nos empuja a diferentes acciones de acuerdo al carácter de los objetos con los que nos encontramos, tendremos que afirmar que está en cada instante determinado por las afecciones procedentes de los objetos.
Estas afecciones determinantes son necesariamente la causa de la conciencia del conatus
.
[19]
Y como las afecciones no pueden separarse del movimiento por el que nos conducen a una perfección mayor o menor (alegría o tristeza), según si la cosa con la que nos encontramos se compone con nosotros o, por el contrario, tiende a descomponernos, la conciencia aparece como el sentimiento continuo de este paso de más o menos, de menos o más, testigo de las va-naciones y de las determinaciones del
conatus
en función de los otros cuerpos o de las otras ideas. El objeto que conviene a mi naturaleza me determina a formar una totalidad superior que nos comprende, a él mismo y a mí. El que no me conviene pone mi cohesión en peligro y tiende a dividirme en subconjuntos que, en el límite, entran en relaciones incompatibles con mi relación constitutiva
(muerte).
La conciencia es el paso o, más bien, el sentimiento del paso de estas totalidades menos poderosas a totalidades más poderosas, e inversamente. Es puramente transitiva. Pero no es propiedad del todo, ni de algún todo en particular; sólo tiene el valor de una información necesariamente confusa y mutilada. Aquí también Nietzsche es estrictamente spinozista, cuando escribe: «Lo más de la actividad principal es inconsciente; la conciencia sólo suele aparecer cuando el todo quiere subordinarse a un todo superior, y es primero la conciencia de este todo superior, de la realidad exterior a mí; la conciencia nace en relación al ser del que podríamos ser función, es el medio de incorporarnos a él».

2. Desvalorización de todos los valores, principalmente del bien y del mal (en beneficio de lo «bueno» y lo «malo»): Spinoza, inmoralista

«No comerás del fruto…»: el angustiado e ignorante Adán comprende estas palabras como el enunciado de una prohibición. Sin embargo, ¿de qué se trata realmente? Se trata de un fruto que, en su condición de fruto, envenenará a Adán si éste lo come. Se trata del encuentro de dos cuerpos cuyas relaciones características no se componen; el fruto actuará como un veneno, es decir,
provocará que las partes del cuerpo de Adán
(y, paralelamente, la idea del fruto lo hará con las partes de su alma)
entren en nuevas relaciones que no corresponden ya a su propia esencia.
Pero, ignorando las causas, Adán cree que se le prohíbe moralmente, aunque, en realidad, Dios sólo le revela las consecuencias naturales de la ingestión del fruto. Spinoza nos lo recuerda obstinadamente: todos los fenómenos que agrupamos bajo la categoría del Mal, las enfermedades, la muerte, son de este tipo, mal encuentro, indigestión, envenenamiento, intoxicación, descomposición de la relación.
[20]

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