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Authors: Brad Ferguson

Tags: #Ciencia ficción

Una bandera tachonada de estrellas (21 page)

BOOK: Una bandera tachonada de estrellas
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Kevin volvió a suspirar y dejó el tenedor.

—Simplemente me quedé dormido, eso es todo. Es culpa del insomnio. Últimamente me ha estado haciendo pasar unas noches terribles.

—Ah. —Ella tomó un bocado y lo contempló con unos inocentes ojos verdes abiertos de par en par. Al igual que Riley, ella tenía cara de bebé. Eso y su reducida estatura conspiraban para que pareciese tener veinte años a lo sumo.

Por la expresión expectante de ella, Kevin se dio cuenta de que no le había proporcionado la información que buscaba. Lo intentó otra vez.

—Estaba solo, Jenny.

Ella bajó rápidamente los ojos al plato con una ligerísima traza de incomodidad.

—No es asunto mío, por supuesto —dijo, pero estaba claro que le había dicho lo que ella quería oír.

—No me molesta —afirmó él en tono frívolo, y medio sonrió por la forma en que ella se animó de inmediato.

—¿Qué te pasa, entonces? ¿Es el trabajo? Jim Kirk no me da la impresión de que sea un monstruo generador de ansiedades. —Gesticulaba con el tenedor—. Especialmente considerando cómo te salvó la vida hace tantos años. Y pensar que después de todo ese tiempo, los dos crecisteis y entrasteis a servir juntos en la Flota Estelar…

Kevin la miró con los ojos entrecerrados, convencido de que su confusión era resultado de la falta de sueño.

—Me temo que no te sigo.

—Oh-oh. —Jenny se mordió el labio inferior—. Lo siento. No tenía intención de sacar este tema a relucir. Los productores adquirimos el hábito de investigar los antecedentes de todo el mundo, así que cuando se acordó la presencia de Kirk en el programa, me puse a desenterrar su historia y advertí que ésta coincidía con la tuya en Tarsus IV. Lo siento. No tenía intención de mencionar el tema de una forma tan… desdeñosa. Sé que para ti tiene que haber sido una tragedia horrible.

Él se obligó a no tensarse ante la mención de aquel lugar, y consiguió responderle con afabilidad.

—Eso sucedió hace mucho tiempo. La verdad es que no lo recuerdo mucho. Yo era demasiado pequeño. Kirk también estaba en Tarsus… pero no comprendo; ¿qué quieres decir con eso de «lo que hizo por mí»? En esa época no nos conocíamos. De hecho no nos conocimos hasta que me destinaron a la
Enterprise
.

Ella lo miró con aire de no entenderle.

—Encontré una grabación antigua. Alguien había hecho un programa de interés humano acerca del Jim… Jimmy… Kirk de catorce años. Según lo que se decía allí, él había salvado a un niño, Kevin Thomas Riley, de cuatro años de edad, de ser ejecutado. Los hechos han sido comprobados. Estás bromeando, ¿verdad? Por supuesto que sabías que…

Kevin no había creído ni una palabra, se había sentido seguro de que era a él a quien le tomaban el pelo… de manera imperdonable… hasta que Jenny había vacilado al decir el nombre: «Jim… Jimmy».

Algo oscuro y amenazador se agitó en su memoria. Jimmy. Jim. «No es seguro…»

Riley se llevó una mano a la frente. Nunca había acabado de comprender por qué Kirk parecía tan interesado en él, tan vivamente preocupado por su carrera, tan deseoso de darle una oportunidad. El almirante siempre había afirmado que se debía a que Riley lo merecía, que poseía la capacidad para el mando.

Pero la inseguridad de Riley nunca le había permitido creerlo.

Cerró los ojos y, por primera vez en veinticinco años, evocó el rostro del desconocido que le había salvado la vida. Más que nunca, comprendió lo mucho que debía haber decepcionado al almirante aquella misma mañana.

Jenny se inclinó hacia delante, con el ceño fruncido de preocupación.

—¿Te encuentras bien, Kevin?

—Sí, estoy bien —consiguió responderle Riley—. Sólo un poco cansado. —Bajó la mano y sonrió débilmente—. Por supuesto que sabía eso de Kirk.

—Así que no es Kirk el que está trastornándote.

—No lo es. —Kevin hizo una pausa, agradecido por el cambio de tema pero sin saber cómo comenzar—. Soy yo.

El interés y la simpatía que reflejaba el semblante de ella eran tan sinceros que a él se le cerró la garganta.

—¿Quieres hablar de ello, Kevin?

Él respiró profundamente y se dominó.

—Jenny… yo estuve casado hasta la semana pasada. No quería terminar. Ella sí.

Ella palideció y dejó el tenedor.

—Kevin, lo lamento de veras. No tendría que haberme entrometido en…

—No lo has hecho. He sido yo quien te lo ha contado voluntariamente. Creo que, puesto que he empezado, será mejor que te lo cuente todo… si tú quieres oírlo.

Ella apoyó un codo sobre la mesa y se aproximó más.

—Quiero oírlo.

Riley fijó los ojos en algún punto muy distante.

—Habíamos firmado un contrato de un año, y después de seis meses ella aceptó un destino de espacio profundo por un año. Yo la convencí de prorrogar nuestro contrato a dieciocho meses, de forma que cuando acabara su destino lo hiciera también el contrato. Supongo que estaba intentando obligarla a escoger entre reengancharse y nuestro matrimonio. —Hizo una pausa, asombrado de poder hablarle a alguien del asunto con aquella facilidad, asombrado de que Jenny lo hiciera tan fácil… y un poco escandalizado de sí mismo por el hecho de que le gustase la compañía de ella. Se sentía desleal, de alguna forma—. No es lo mismo que si la hubiese perdido ayer. Quiero decir, que hemos estado separados durante todo un año. Tendría que haberlo visto venir. Pero… hasta la semana pasada, creo que no era capaz de enfrentarme con ello. —Torció los labios—. La llamé el día en que expiraba nuestro contrato. Supongo que yo tendría que haber captado la insinuación. Y luego, ayer, envió un mensaje a mi terminal, en el que me pedía que le enviara el resto de sus cosas.

—Vaya. —Jenny parecía abrumada—. Así que te quedaste dormido esta mañana, y pusiste a Jim Kirk a un paso de someterte a consejo de guerra. Vaya un día.

—Me lo merecía —dijo Riley con sinceridad—. Pero he tenido semanas mejores.

El tono impasible de él hizo que ella profiriera una risilla, y Riley se encontró con que estaba sonriendo. Tomó un bocado de comida y se dio cuenta de que tenía un poco de hambre, después de todo.

—Basta de ansiedades. Gracias por escucharme, Jenny. Sólo quería explicártelo porque… —vaciló.

—¿Por que? —Ella había dejado de fingir que comía, y estaba inclinada hacia delante, atenta para oír lo que él tuviese para decirle. Él sintió que lo invadía una ola de emociones conflictivas. La expresión de los ojos de Jenny era precisamente la que él había ansiado ver en los de Anab. Se sentía profundamente agradecido, culpable, asustado y atraído, todo a la vez.

Kevin bajó los ojos, temeroso de mirar los de ella.

—… porque —comenzó en un tono cuidadosamente neutral— agradezco el tener una amiga.

Ella sonrió con un poco de inseguridad, mientras intentaba dilucidar las consecuencias de lo que Kevin acababa de decirle. Él decidió ayudarla.

—Una amiga es casi lo único que soy capaz de tener en este momento, Jenny.

—Por supuesto. —Ella le dedicó una ancha sonrisa pero él pudo captar un deje de decepción en su voz—. ¿Quién podría culparte por ello? Es difícil encontrar buenos amigos.

La conversación continuó por otros rumbos, y a pesar de su cansancio Riley pasó un rato agradable. Jenny se recobró admirablemente y fue una compañera muy ingeniosa. Al concluir, intercambiaron códigos y Jenny le dijo que la llamara si alguna vez necesitaba hablar con una amiga.

Él le prometió que así lo haría. Pero, por supuesto, ambos conocían la realidad.

10

Apesar de que ella aún estaba funcionando según la hora de San Francisco, en Nueva York era por la tarde, así que Nan Davis se sentó a comer —aunque su cuerpo lo interpretó como desayuno— con Jim Kirk. Después del violento encuentro del parque y la subsecuente sesión de preguntas y respuestas con las autoridades locales, se sentía un poco insegura sobre los pies. La oportunidad de sentarse y tomar por fin algo de comer le pareció una solución ideal.

Al mismo tiempo, se sentía extrañamente entusiasmada por la experiencia, por perturbadora que hubiese resultado. Aquello le proporcionaba una sensación de camaradería con Kirk. La formalidad parecía bastante ridícula después de haber luchado junto a él en una riña callejera, y habían comenzado a utilizar los nombres de pila por tácito acuerdo mutuo.

La habían precavido respecto al legendario carisma del almirante, y en una ocasión se había encontrado ante él durante unos breves minutos, en Centaurus. Por supuesto, aquél había sido el James T. Kirk público… y ella comenzaba a pensar que el Kirk privado era mucho más atrayente.

No es que ella tuviera intención de reaccionar ante ese encanto, por supuesto. Había realizado su investigación y sabido que estaba casado con una tal vicealmirante Ciana… aunque le intrigó la sombra de preocupación que se había apoderado del rostro de él aquella mañana, cuando le mencionó a su esposa.

En cuanto a Jim, se comportaba como un perfecto profesional. La conversación no se desviaba a los temas personales, y estaban en medio de una charla sobre el proyecto
Dart
cuando el «busca» de Nan sonó.

Ella suspiró con impaciencia. Lo más probable era que se tratase de Jenny, con una emergencia en el estudio. —Lo siento, Jim. ¿Pensaría que soy terriblemente mal educada si atendiera la llamada aquí mismo? Él le dedicó una débil sonrisa afable.

—En absoluto.

Ella cogió el «busca» del cinturón y lo abrió.

—Nan Davis.

Esperaba oír la aguda voz de soprano de Jenny, y estaba desprevenida para la de retumbante bajo que le respondió.

—Señorita Davis. Le pido disculpas por llamarla por su busca. No habría utilizado el código que me dio de no encontrarme en una emergencia.

—¡Doctor G’dath! —Ella frunció el ceño y le echó una mirada significativa a Jim Kirk, el cual levantó con sorpresa los ojos de su libreta de notas y también frunció el ceño—.¿Qué clase de emergencia? ¡No me diga que esos horribles Barclayites han vuelto! —Por un momento se sintió sinceramente aterrorizada por la posibilidad de que él estuviese gravemente herido. El ataque de horas antes la había hecho sentirse avergonzada de su propia raza, avergonzada de ser humana. Parecía injusto que alguien tan brillante, de tanto talento, con un corazón tan bondadoso como G’dath fuese el blanco de un odio tan estúpido. Podía oír al gatito maullando en el fondo, y el ruido de la calle—. ¿Se encuentra bien? ¿Dónde está?


Saltarín
está aquí conmigo, aunque le molesta bastante que lo tenga sujeto. Estoy ileso… aunque esto tiene que ver directamente con el ataque de que fuimos objeto esta tarde. La estoy llamando desde un comunicador público. He salido del apartamento y llevo al gatito conmigo. Señorita Davis… ¿está sola?

—No. Jim… el almirante Kirk está conmigo. Nos encontramos en un restaurante, pero nadie nos escucha.

—El almirante Kirk —dijo G’dath—. Eso es una suerte. Necesito la ayuda de él al igual que la de usted. Verá, esta tarde, cuando usted me entrevistó, había tenido originalmente la intención de dar a conocer un invento. No obstante, las capacidades del mismo estaban tan por encima de lo que yo había esperado, que decidí aguardar y reunir más información.

—¿Qué clase de invento? —le preguntó Nan.

—Un… aparato. Un globo que puede viajar por el espacio a grandes distancias sólo con su propia energía. No sé si es el máximo, pero el globo ha mantenido una velocidad media de unos trescientos cincuenta años luz por segundo.

Al otro lado de la mesa, Kirk profirió una exclamación ahogada.

La arruga del ceño de Nan se hizo más profunda.

—¿Cómo se traduce eso a velocidad hiperespacial?

—El globo no viaja por el hiperespacio, así que emplear esos términos no tiene sentido. Baste decir que viaja a una velocidad muchas veces superior a la máxima de una nave estelar.

Jim Kirk acercó la silla a la de ella y le hizo un gesto hacia el «busca». Ella lo sostuvo entre ambos para que él pudiera hablar por la rejilla.

La expresión de Kirk era de creciente escepticismo.

—Doctor G’dath, ésa es una afirmación muy asombrosa pero ¿por qué nos lo está contando ahora? ¿Y qué tiene que ver eso con los Barclayites?

—He estado pensando, almirante; hace bastante tiempo que estoy trabajando en ese aparato, pero no tuve posibilidad de probarlo hasta este viernes. Encuentro que ha sido bastante… oportuno que el ataque se produjera durante la entrevista, antes de que pudiera informar a la señorita Davis de mi invento.

Nan miró a Kirk con las cejas alzadas, queriendo decir: «¿Cree usted que está diciendo la verdad? ¿O que es simple paranoia?».

Jim meneó la cabeza en un gesto que Jenny interpretó como: «Es difícil saberlo».

G’dath pareció percibir la duda de ellos.

—Estoy seguro, almirante, de que habrá oído usted el rumor de que los ciudadanos klingon son vigilados.

—Lo he oído, pero no sé si es cierto. Supongo que existe esa posibilidad.

—Mi instinto me dice que he sido vigilado, y que el ataque de hoy fue resultado de eso.

El tono de Kirk era ligeramente seco.

—¿Por qué han esperado hasta ahora?

—Ni siquiera yo me había dado cuenta de las capacidades del globo hasta primeras horas de esta madrugada, almirante. Yo diría que a mis observadores les ha llevado más tiempo lograr eso mismo debido a mis… precauciones. No existe en ninguna parte el esquema completo del diseño del globo… excepto en mi memoria. —El klingon hizo una pausa—. Almirante Kirk, señorita Davis, tanto si mi instinto está en lo cierto como si es sólo resultado de una paranoia, es lógico obedecerlo. Si estoy equivocado, lo peor que sucederá es que yo me habré puesto en ridículo. Pero sin embargo, si tengo razón…

—Mi antiguo primer oficial era vulcaniano, G’dath, y creo que él estaría de acuerdo con su lógica. —En la voz de Kirk había un fantasma de sonrisa, si bien no en su rostro.

—Tengo la impresión de que acaba de hacerme un cumplido —dijo G’dath.

Nan se inclinó hacia delante y habló por el «busca».

—G’dath, ¿qué quiere que hagamos nosotros? ¿Necesita un lugar seguro en el que alojarse? Mi apartamento es pequeño, pero usted y
Saltarín
serán más que bienveni…

—Aprecio su oferta, señorita Davis, pero no puedo ponerla en peligro de ese modo. Almirante Kirk…

—Sí, G’dath. Ha dicho que necesitaba mi ayuda.

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